Suiza

Ratones en Suiza

La Razón
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Igual que en las fragantes fiestas de la mafia los negocios se disimulan con cuartetos de música clásica, Suiza es ese país donde lo tenebroso se cubre con el epíteto de la blancura de la nieve. Como si incluso el invierno en que uno debe morir estuviera anotado en la agenda de un cáracter tan higiénico, escrupuloso y puntual. Al imaginar un paraíso fiscal, se dispara la brújula a una isla con titíes, mansiones de caña de azúcar, tiempo soleado, ventiladores de techo y los colchones rellenos del oro de los gitanos, que es el sonacai. El imaginario colectivo yerra y novelea porque no cree que Gibraltar (donde hay diez millones de líneas teléfonicas para casas de apuestas) tenga metros para ser más que una cueva de bandoleros. Con el estereotipo de los territorios del crimen, se yerra igual que cuandos se atribuye a un terrorista facciones de terrorista y no de un cualquiera con el que nos cruzamos en un paso de cebra. El Gobierno, después de recuperar 260 millones de 6.000 defraudados, ha publicitado que «en Suiza se están cazando algunos ratones». En esta escala zootécnica, si los defraudadores de cuello blanco son ratones, los curritos de IRPF (a los que controlan como si tuvieran sus cuentas enjauladas), no pasarán de ser abejas trabajando para los zanganos en la colmena. En Suiza, donde incluso los monumentos son de queso, se han empezado a cazar ratones. Felicidades; como el Gobierno se aplique a lo mejor descubre que hay una colonia.