Asturias
No me toques la «vuvuzela»
«A diez metros no nos oímos», confiesa Villa sobre el estruendo. Los Príncipes y Lissavetzky, en el palco
Durban- La «vuvuzela», la puñetera «vuvuzela», ese instrumento de plástico y de viento que provoca un ruido desagradable y ensordecedor, y que no calla jamás en Suráfrica, forma parte de la cultura de este país, como los cinco grandes mamíferos, como el elefante, el león, el leopardo, el rinoceronte y el búfalo, como el riesgo de contraer la malaria en el Parque Kruger, o, lo que es peor, el nada enigmático contagio del sida. La «vuvuzela» es la peste, una enfermedad atronadora que durante el tiempo de un partido, contando prólogo y epílogo, te deja la cabeza como un bombo. No iba desencaminado Alfonso Ussía cuando catalogó a este infernal aparatito como la «trompeta idiota». Pero da color (?), si es que el ruido tuviera alguna influencia sobre el arcoiris; ambiente sí que crea, y a unos invita a moverse y a otros a salir pitando. Es un no parar que los jugadores de la selección asumen como algo natural del entorno, aunque con reparos. Villa lo explica: «No podemos darnos órdenes a diez metros, no nos oímos». Un horror. Asumido el prefabricado dolor de cabeza, la vista se recrea en las gradas del estadio, donde las banderas españolas se atreven a invadir territorio suizo, en Suráfrica nada neutral. En el palco, los Príncipes de Asturias; junto a ellos, Jaime Lissavetzky, secretario de Estado para el Deporte. Durante todo el campeonato, mientras juegue España, habrá presencia Real en la zona de autoridades. Y si «La Roja» llegara a la final, no habría que descartar que la presidiera el Rey, si su evolución se lo permite. Quien no garantiza su presencia en ninguno de los encuentros es el presidente José Luis Rodríguez Zapatero, «con la que está cayendo en España...», se dice por aquí, pese a su afición al fútbol es la reforma laboral lo que ahora consume su cuerpo y su espíritu. Ese espíritu español que ayer se reflejaba en el larguísimo paseo marítimo de Durban, donde los aficionados españoles ganaba en número de 20 a 1 a los suizos. Fue curioso observar a familias enteras de hindúes ataviados con la «roja». Los indios son, después de los zulús, la segunda etnia en esta ciudad abierta al mar. La expectación que despertó este encuentro fue notable también en la tribuna, donde ex futbolistas como Stoichkov y Chilavert coincidieron. Ambos veían favorita a España, como Manolo, «El del bombo». La derrota fue un chasco. España, lo pudimos apreciar, no estaba sola. Según la Federación, unos cuatro mil españoles acudieron al partido. A ellos se sumó un buen número de aficionados surafricanos. En los últimos meses España ha organizado diversos actos culturales en las ciudades. Se ha convertido en una marca.
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