Nueva York

Zapatero plantea una tasa bancaria contra la pobreza

Gobernantes de todo el mundo han iniciado hoy una reunión de tres días en la sede de la ONU en Nueva York para renovar y acelerar la promesa adoptada hace diez años de erradicar el hambre y la pobreza extrema en el mundo, buscando una financiación innovadora para el desarrollo.

El presidente del Gobierno español, José Luis Rodríguez Zapatero, acompañado por el ministro de Asuntos Exteriores, Miguel Angel Moratinos (i)
El presidente del Gobierno español, José Luis Rodríguez Zapatero, acompañado por el ministro de Asuntos Exteriores, Miguel Angel Moratinos (i)larazon

Cuando los líderes de la comunidad internacional se comprometieron a cumplir los ocho Objetivos de Desarrollo del Milenio hace diez años, se pensó que se pasaba página al capítulo de la historia en el que las grandes potencias evitaban preocuparse por la situación de extrema pobreza de los países más desfavorecidos. Pero ayer, la sombra del fracaso planeó sobre los líderes en la reunión de alto nivel de los Objetivos de Desarrollo del Milenio de la ONU en Nueva York, que precede al debate de la Asamblea General. Están lejos de cumplir los compromisos fijados para el año 2015. Y parece imposible que en cinco años se pueda erradicar la pobreza extrema, alcanzar la enseñanza primaria universal, promover la igualdad entre los géneros, reducir la mortalidad infantil, mejorar la salud materna, combatir el VIH-SIDA, garantizar la sostenibilidad del medio ambiente y fomentar la asociación mundial.

Objetivo prioritario

El secretario general de la ONU, Ban Ki-Moon, admitió ayer que «no hay proyecto más gratificante. No podemos descansar hasta conseguirlo», recordó al principio del encuentro en Nueva York.

El presidente, del Gobierno, José Luis Rodríguez Zapatero, que intervino en la mesa redonda, defendió un sistema de tasas sobre las transacciones financieras internacionales para sufragar la lucha contra la pobreza.

Desde la tribuna del plenario en la sede de la ONU, el presidente del Ejecutivo destacó que «(es) bastante sensato, justo y lógico (que se pida) un pequeño esfuerzo (a las instituciones financieras para erradicar la pobreza)» después de todos los rescates realizados por los gobiernos tras el colapso de septiembre de 2008.

Zapatero hizo hincapié en que «(se necesitan) fuentes innovadoras de financiación (para cumplir dentro del plazo establecido los objetivos en 2015 establecidos por la ONU)». La propuesta del presidente español recuerda al «sistema Tobin». El Premio Nobel James Tobin, de la Universidad de Chicago, propuso en 1972 la creación de un impuesto que gravara las operaciones de cambio de divisas con la intención de mantener el sistema de cambios fijos impuesto en 1944.

El discurso de Zapatero coincidió con el del presidente galo, Nicolas Sarkozy, quien instó a no esperar y se comprometió a trabajar por esa tasa cuando asuma la presidencia del G-20 en 2011.

La idea de Zapatero ya fue aprobada por la UE en junio con la adopción de una tasa sobre las transacciones financieras internacionales. Pero puso como condición su implantación dentro de un acuerdo global del G-20 que fue desestimado por la presión de los emergentes y países desarrollados que no han sufrido la crisis.

Tasa aérea voluntaria

Durante la intervención del presidente Zapatero, se echó de menos una mención a la idea de la imposición de implantar una tasa voluntaria sobre los billetes aéreos para recaudar fondos para el desarrollo. Antes de su discurso, el equipo de Moncloa había filtrado a los periodistas que el líder español es favorable a esta iniciativa implantada por otros países como Francia.
Esta reunión de alto nivel, que precede a la semana ministerial a la que asisten en los últimos años jefes de Estado y Gobierno con sus ministros de Asuntos Exteriores, continuará hoy y mañana. El cierre vendrá con las intervenciones de las grandes potencias.

Los líderes han adquirido nuevos compromisos con el siglo XXI, pero todavía triunfan las viejas costumbres de la política. Ayer todos acordaron que deben extremar sus esfuerzos, pero ninguno de los 140 jefes de Estado se atrevió a entonar el «mea culpa».