Ciencia y Tecnología
Matar a una mujer
Según las encuestas, el 1,2 por ciento de la población cree que la violencia machista es aceptable «en algunas circunstancias». Eso son 600.000 personas. Cifra que asciende al 6 por ciento (más de tres millones de españoles) si esas agresiones son como consecuencia de una separación. Guardo estos datos escalofriantes para repetírmelos y repetírselos con asombro y congoja.
¿Cómo es posible? ¿Cómo es posible que haya hombres organizados en asociaciones para luchar contra cualquier manifestación a favor de la igualdad de sexos? ¿Cómo es posible, estando más que informados sobre a dónde lleva la violencia, sigamos enganchados a ella? A veces pienso, y es duro lo que voy a decir, que ciertos hombres la defienden porque es en lo único en lo que pueden destacar.
No son inteligentes, ni sensibles, ni hábiles, ni simpáticos. Son fuertes de músculos, y eso sólo sirve para cazar osos, llevar mucho peso o dar golpes. Ahí sí que sobresalen. Así que tendrán que defender esa cualidad para sentirse superiores en algo. Pero cuando un ser humano sólo sabe expresarse a gritos y puños, deja de ser humano. Se convierte en una amenaza, una fatalidad, un error. Porque queridos, nosotros estamos hechos para pensar, para ponernos en la piel del otro, para dialogar, para equivocarnos y rectificar.
Un instinto controlable
También tenemos violencia dentro, claro. Agresión por agresión va en el instinto. Sin embargo, nuestra característica diferencial es que podemos domeñarla, no tengo la menor duda. Como no tengo la menor duda de que ese camino, el de crecer en la serenidad, es el único esencialmente humano. Por eso me duele dar pasos atrás y tener que recordar a alguno que cuando un hombre mata a una mujer ya es sólo una fatalidad, un error. No un hombre.
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