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Homs el fantasma de Srebrenica
BEIRUT- Ayer se respiraba un ambiente de relativa calma en el devastado barrio de Bab Amro, en Homs, entre otras razones porque el régimen debía mostrar que «apoya las labores humanitarias» de los organismos internacionales. Tras casi una semana de espera, la Media Luna Roja siria entró por fin al castigado bastión rebelde para poder distribuir material de asistencia, pero la sorpresa fue que allí no se encontraba prácticamente nadie. La mayoría de los vecinos de este asolado distrito rebelde, que permaneció un mes bajo el fuego de artillería y las bombas del régimen, huyeron a otros barrios más seguros de Homs o a la vecina Adel.
El acceso de los equipos de la Cruz Roja a Bab Amro coincidió con la esperada visita oficial de tres días de la responsable de operaciones humanitarias de Naciones Unidas, Valerie Amos, para convencer a las autoridades sirias de abrir un corredor humanitario hacia las localidades más castigadas. El ministro de Exteriores sirio, Walid Al Mualem, aseguró en un comunicado que su Gobierno apoyará el trabajo humanitario de la ONU «dentro del respeto a la independencia y soberanía de Siria, y en coordinación con el Ministerio».
Asimismo, Mualem aseguró que el régimen trata de hacer llegar ayuda médica y alimentos a todos los ciudadanos, aunque le resulta complicado por «las injustas sanciones impuestas por algunos países árabes y occidentales sobre Siria, que afectan directamente a los ciudadanos». Tras su reunión con las autoridades en Damasco, Amos acompañó en el convoy a los trabajadores de la Cruz Roja en una corta visita de 45 minutos en las desoladas calles de Bab Amro.
La «comprensiva» actitud del Gobierno sirio hacia la enviada de la ONU no deja de ser una táctica vil del régimen que no convence a nadie. La represión sobre Homs y otras poblaciones rebeldes continúa con dureza por mucho que el presidente Bachar Al Asad pretenda maquillarlo. Según activistas, las fuerzas gubernamentales habían proseguido con su ofensiva en otras partes de Homs durante la noche antes de la llegada de Amos a Damasco. Al menos 39 personas murieron en una nueva jornada de violencia en la provincia de Homs. Las tropas sirias siguen empleándose a fondo para aplastar todos los focos de insurrección. Ahora parece que el próximo objetivo será la provincia fronteriza de Idlib, bajo control del Ejército Libre de Siria.
Un militar desertor sirio dijo a LA RAZÓN que «unos 42 tanques y 132 vehículos blindados de transportes de tropas han salido de Latakia en dirección hacia la localidad de Saraqeb», en Idlib. Además, según otras fuentes rebeldes, unidades militares están avanzado hacia la capital de Idlib, con el mismo nombre, y un número indefinido de personas perdieron la vida ayer en un bombardeo en Maaret Al Numan, otra localidad de esta provincia fronteriza con Turquía.
«El plan de paz» de China
Los rebeldes de Idlib han instado a «sus hermanos» de Alepo, Hama y Damasco a unirse para luchar juntos contra las fuerzas del régimen para evitar una matanza como en Homs, rezó un comunicado del Consejo Nacional Sirio. Mientras el Ejército Libre de Siria pedía refuerzos para frenar la próxima ofensiva terrestre, el Gobierno, en otro gesto de «buena voluntad», anunció su disposición a aplicar una propuesta de China para acabar con la violencia. El plan de Pekín, que incluye seis puntos, propone el cese inmediato de los combates y la apertura de un diálogo entre las partes y rechaza cualquier interferencia extranjera.
Además, Damasco se comprometerá a «facilitar» la labor humanitaria y a «cooperar» con el enviado conjunto de la ONU y la Liga Árabe, Kofi Annan, que está previsto que llegue el sábado. La iniciativa de paz china ha sido recibida con duras críticas por parte de las potencias occidentales y los países árabes, después de que Pekín y Moscú hayan vetado todas las resoluciones de condena contra el régimen sirio en el Consejo de Seguridad de la ONU. Por su parte, el ministro de Exteriores ruso se reunió en El Cairo con sus homólogos de la Liga Árabe para buscar una salida al conflicto, donde han muerto unas 7.500 personas.
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