España
Philip Roth por una literatura sin fronteras
El gran ausente destacó la alegría de ser comprendido fuera de EE UU
¿Un lector rumano puede entender «El Quijote»? ¿Un suRafricano es capaz de entrever el alma nihilista de Raskolnikov? ¿Y un ciudadano japonés, de interiorizar las dudas de Hamlet? Philip Roth abordó esta misma reflexión desde la sorpresa que le produjo la concesión del galardón literario. El gran ausente de los Premios Príncipes de Asturias se preguntó por esta cuestión en un discurso que leyó en su nombre Alan Solomont, embajador de EE UU en España. «¿Qué pueden significar mis historias estadounidenses para los lectores españoles? ¿Cómo puede mi retrato de la vida de los estadounidenses en novelas como "Pastoral americana", "Me casé con un comunista"o "La mancha humana"competir con la representación estereotipada, excesivamente simplificada de EE UU que nubla la percepción de mi país en todas partes? ¿Puede una obra de ficción estadounidense penetrar en una mitología de EE UU que está arraigada, en tantos ámbitos, en una acérrima animadversión política?».
Roth definió sus preocupaciones por lo estadounidense como el «argot» esencial para penetrar en su obra. «Soy un escritor estadounidense. La historia de EE UU, las vidas de los estadounidenses, la sociedad estadounidense, los lugares estadounidenses, los dilemas estadounidenses, la confusión, las expectativas, el desconcierto y la angustia estadounidenses constituyen mi temática». Así arrancó Roth para enfrentarse a un viejo dilema: el de la comprensión de la literatura más allá de las circunscripciones que suponen las fronteras de una nación. La respuesta que proporciona es esperanzadora, pero no está desligada de una visión propia teñida de pesimismo, esa sensación de que existe un velo que impide a los individuos alcanzar la verdad: «Sí, una obra de ficción estadounidense seria es, efectivamente, capaz de atravesar la ignorancia, la mentira y la superstición sin sentido que generalmente se combinan para mantener a raya la enorme densidad de la verdadera realidad estadounidense». Pero, sobre esa afirmación, sobrepuso una de las mayores inquietudes para un escritor: que su mensaje llegue a sus coetáneos y sea discernido por otras culturas. Un sentimiento que redondeó en una exclamación clara y rotunda impregnada de alivio: «¡Mira, puedo decirme ahora, hay algún lugar donde he conseguido hacerme comprender!».
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