Cataluña

Las dos almas por Martín Prieto

La Razón
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El PNV siempre ha reconocido tener dos almas, cursilería política que sólo se da en nuestros pagos, donde hasta el más científico cree en la procesión de las ánimas. El PNV siempre ha tenido alteraciones cerebrales desde que el bipolar Sabino Arana marchó de luna de miel a Lourdes, lugar pío pero poco apropiado para la coyunda. Murió renegando de su racismo iluminado y primigenio y expirando en españolista, cuya obra se oculta en «Sabin Etxea». Bien decía aquel vasco prudente: «Yo no me meto en política; yo voto al PNV». Como el Movimiento Nacional franquista pero con chistorra y chacolí. El lendakari Aguirre, tras traicionar a la República, se adosó al Molt Honorable Lluis Companys estableciendo el eje Barcelona-Bilbao, que es otra variante de asar la manteca. Urkullu ya está repitiendo la jugada recibiendo clases de Mas y creyendo que el radicalismo abertzale equivale a Esquerra Republicana de Cataluña y se puede gobernar con él desde la derecha más conservadora. Las dos almas del PNV (separatista e integracionista) son esquizofrenia y Urkullu, un remedo tardío de Kerenski. El PSC es un partido joven, nacido de una sopa de letras socialistas y también con el alma doblada. Con grupo propio en el Senado (agua de borrajas) deberían formar su bancada en el Congreso para espanto de Rubalcaba, Valenciano, Chacón y demás niños mártires para no contaminar al PSOE de federalismo, porque el alma duplicada de Pere Navarro le lleva a rechazar el secesionismo pero a sostener un referéndum secesionista. No, pero quizá. No se puede consultar la pena de muerte: o se está a favor del garrote vil o se es abolicionista. Si el PNV y el PSC limpiaran su alma de independentismo podrían reformarse las autonomías sin agravios comparativos ciertos o ilusorios, pero con esta santa compaña de ánimas irredentas no hay más que rechinar de dientes para todos, especialmente para los demás.