El Cairo
«La pobreza no fue la causa de la revolución egipcia»
Dice, subrayando las palabras, que la revolución que ha sacudido Egipto era inevitable. Y lo sabe bien, porque este escritor, de profesión estomatólogo, ha sido uno de los pensadores más críticos contra el régimen de Mubarak. En su libro lo explica.
Alaa al Aswany se enciende un cigarrillo muy despacio en su despacho del centro de El Cairo y, más de cuatro meses después de la revolución, afirma con seguridad y de manera que no deja lugar a dudas que ésta fue inevitable. «Egipto: las claves de una revolución inevitable» es el título de su nuevo libro publicado en España –con el que se convirtió, en los últimos años, en uno de los analistas más destacados y críticos del Egipto del ex presidente Hosni Mubarak– y cree que puede abrir los ojos y ofrecer explicaciones a los líderes españoles sobre cuál era la situación en Egipto y por qué tuvo lugar la revolución. «Lo que estaba pasando en este país no era muy visible en Occidente, porque Mubarak era considerado un aliado por muchos gobiernos, los cuales intentaban no hablar de sus crímenes», dice el novelista y periodista.
En «Egipto: las claves de una revolución inevitable», Al Aswany recopila sus artículos publicados en la Prensa árabe en los últimos años, en los que, según él, Egipto ya se encontraba en «un momento revolucionario». «El ejemplo de Túnez fue una inspiración para los egipcios, pero nosotros llevábamos pidiendo un cambio de régimen desde hace mucho tiempo», y finalmente llegó el pasado 11 de febrero con la caída del presidente Mubarak, después de tres décadas en el poder y tras 18 días de protestas populares. «Todos hicimos la revolución, no sólo los pobres, porque la pobreza no fue la causa. Yo soy de clase media-alta, nunca he pasado hambre, pero participé en la revolución», asegura Al Aswany.
«Ahora estamos reconstruyendo Egipto y no es fácil crear una democracia, un país nuevo, porque no lo estamos haciendo desde cero, sino, sobre una base desastrosa: el autor y su gente no eran sólo corruptos, sino auténticos criminales, y han dejado al país en una situación catastrófica», explica despacio. En sus escritos, Al Aswany describe ese Egipto en decadencia, con un sistema político corrupto y una sociedad en crisis, aferrada a una interpretación extremista y falsa de la religión. Ve el nuevo Egipto como un estado secular en el que cristianos y musulmanes convivan en paz. «Los ataques contra los coptos (minoría cristiana que representa cerca del 10 por ciento de la población egipcia) estaban planeados y orquestados por el régimen de Mubarak, que instrumentalizaba a los cristianos, sobre todo respecto a Occidente, haciendo creer que era su protector». Por otra parte, admite que los Hermanos Musulmanes (principal grupo opositor bajo el régimen de Mubarak y que ahora se perfila como la fuerza política mayoritaria) tienen influencia pero no llegarán a gobernar Egipto ni a imponer un estado islámico. «Yo soy musulmán, pero me opongo al islam político. Un gobierno religioso también sería una dictadura», asegura.
Tras la represión
«En Egipto siempre hemos rechazado un estado religioso, sólo se empezó a hablar de eso en los años 80, con la llegada de las ideas wahabíes y salafíes (corrientes ultraortodoxas del islam provenientes de la Península Arábiga)», que ahora resurgen con fuerza después de la represión de la época de Mubarak y buscan su hueco en el nuevo escenario político egipcio. Pero Al Aswany no cree que sean una «amenaza real» y asegura que los egipcios siempre han tenido una cultura democrática: «Si no, no hubiéramos hecho esta revolución». Ante el lema histórico de los Hermanos Musulmanes, «el islam es la solución», Al Aswany termina todos sus artículos con la frase «La democracia es la solución». El escritor, dentista de formación y que todavía ejerce en su vieja clínica del barrio cairota de Garden City, echa mano de una regla básica que le enseñaron en la Universidad: «Nunca cures los síntomas sin curar la enfermedad. En la sociedad egipcia, la enfermedad era la dictadura; los síntomas son la hipocresía, la corrupción, la pobreza, etc… Pero desaparecerán con la democracia, que es el remedio».
Otro de los grandes males de Egipto derivado de todo lo anterior es el acoso sexual respecto a las mujeres en las calles del país. «Es un problema social y no sexual, porque los hombres estaban frustrados y humillados bajo el régimen de Mubarak y respondían con una actitud agresiva». Pero, según Al Aswany, eso desaparecerá, al igual que en la plaza Tahrir hombres y mujeres convivieron en armonía. «Las mujeres tuvieron un gran protagonismo en la revolución y ahora tienen que participar en el nuevo Egipto», asegura el autor. Al Aswany se muestra optimista respecto al fututo: «Creo en los egipcios y creo que estamos en el camino correcto». Asimismo, elogia a las nuevas autoridades egipcias, principalmente el Ejército, que ocupa la presidencia desde la marcha de Mubarak: «El Ejército protege la revolución; sin su apoyo, tendríamos serias dificultades, aunque eso no significa que no cometa errores».
El escritor asegura que no hay peligro de que los militares quieran permanecer en el poder porque no tienen ambiciones políticas: «En Egipto la situación es muy diferente a la de, por ejemplo, América Latina. El Ejército es la espina dorsal del país y nos está ayudando en este delicado periodo de transición, si no, tendríamos una situación como Siria o Libia», explica Al Aswany, otrora opositor, se mantiene ahora vigilante porque «la revolución no ha terminado: ha triunfado, pero todavía tiene que alcanzar sus objetivos».
El detalle. Un edificio lleno de vida
Primero fue novela y se convirtió en un verdadero «best seller», un fenómeno literario en el mundo árabe que emergió en 2002 y se tradujo a varias lenguas. «El edificio Yacubian» (en la imagen) se hizo posteriormente carne de pantalla y fue película y serie de televisión. Describía la bulliciosa y ajetreada vida en uno de los inmuebles más emblemáticos y antiguos del centro de El Cairo, por el que desfilaban gran cantidad de personajes.
Explosión cultural
Como si las artes también se hubieran liberado, durante y después de la revolución ha habido un estallido cultural en Egipto, donde antes sólo triunfaban los artistas del régimen. Ahora, sin censura ni favoritismos, se están desarrollando una cultura urbana que gira alrededor de la revolución con música (como la del cantautor Ramy Essam), grafittis (de la mano del conocido Ganzeer), blogueros (Hossam El-Hamalawy, arriba, es uno de sus exponentes más destacados) teatro con artistas que llegan de la plaza Tahrir o regresan desde extranjero donde fueron en busca de libertad de expresión.
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