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Maestro en las aulas y fuera por José Manuel Barreiro
Ni a sus defensores ni a sus detractores. A nadie ha dejado indiferente el fallecimiento de Manuel Fraga Iribarne. No es para menos, porque no es halago sino justicia reconocer sus muchos méritos, empezando por su profundo sentido del deber, acorde con su recta e inquebrantable concepción de lo que implica y requiere ser un servidor público.
Una concepción que lo convirtió en el irrepetible hombre de Estado que fue y cuyo legado pervivirá siempre. Nos encargaremos de ello. Motivos no nos han de faltar.
Don Manuel fue, además de una de las cabezas mejor amuebladas que dio España en el último siglo, un político decisivo en la historia de este país. Y, sin duda, uno de los sólidos pilares sobre los que se fundamentó la restauración y consolidación de nuestra democracia, empezando por su participación en la redacción de la Constitución y continuando, por poner sólo dos ejemplos, con uno de sus grandes proyectos: convertirse en el aglutinador del centro-derecha español.
Se marcó ese objetivo y, con su tesón y vitalidad inagotable, donde otros fracasaron él triunfó. Este es su gran legado, aunque, claro está, no es el único. Porque Don Manuel fue, además, un gallego orgulloso de su origen; que vivió y trabajó con, por y para Galicia. Y no sería justo dejar de mencionar aquí que su personal visión del galleguismo permitió actualizar y modernizar este concepto.
Entendía, con muy buen criterio, que la defensa de lo propio no implica el ataque de lo ajeno. Más bien todo lo contrario, abogó por la suma como fuente de riqueza y evitó las estridencias y las exclusiones que no llevan a ninguna parte. Su etapa como presidente de la Xunta supuso, sin duda, un antes y un después en el desarrollo económico y social de la comunidad.
Su abultado y brillante currículum no se restringe únicamente a su faceta pública, a sus seis décadas dedicadas en cuerpo y alma a la política, en las que el trabajo y la honradez fueron su marca diferencial. Y enfatizo su capacidad inagotable de trabajo y su arraigada e inquebrantable honradez, porque su ejemplo debe servirnos de estímulo, precisamente en este tiempo en el que parece que hemos caído en una cierta crisis de valores y las virtudes de algunos políticos están en entredicho.
No menos prolífica y rica, digo, resulta su labor académica, su extensa bibliografía… Don Manuel era un maestro, en las aulas y fuera de ellas. Somos muchos los que le debemos a él nuestro apego a la vocación política. Somos muchos los que aprendimos de él gran parte de lo que sabemos. Somos muchos los que le debemos mil agradecimientos por haber confiado en nosotros.
Ante la grandeza de don Manuel, un hombre de carácter, arraigados y claros principios, energía ilimitada y una capacidad intelectual envidiable, somos muchos los que hoy nos sentimos tristes. Su experiencia vital, su legado, serán siempre nuestra principal fuente de inspiración. Descanse en paz.
José Manuel Barreiro
Portavoz del Grupo Popular en el Senado y presidente del Partido Popular de Lugo
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