Feria de Bilbao
Y el toreo resucitó
Zaragoza. Tercera de la Feria de El Pilar. Se lidiaron toros de Antonio Bañuelos, grandes de presentación, muy astifinos. Bueno, el 2º; nobles y con faena, el 1º y el 5º; 3º, 4º y 6º, complicados. Un tercio de entrada. Serafín Marín, de blanco y oro, estocada, aviso (oreja); buena estocada (saludos). Alberto Álvarez, de crema y oro, estocada (oreja) estocada buena, aviso (oreja). David Mora, de tabaco y oro, estocada (oreja con dos vueltas al ruedo); casi entera, descabello (oreja).
Llevamos a la plaza el alma amarga. Nadie podía renunciar a lo visto, sufrido y padecido el día anterior con Juan José Padilla y la interminable noche en vela. Era como si algo hubiera cambiado, como si sentirte cerca de la tragedia nos obligara... Millones de vueltas de derecho y del revés a la Fiesta desde sus cimientos y vuelta a empezar. Y en el horizonte una convicción como si ahogara: el héroe que habita en el torero.
La cruda verdad que se debate en el ruedo cada tarde, casi inmunizados cuando sumamos
festejos y más festejos. David Mora vino a recordárnoslo hasta abrumarnos. Como un soplo de aire fresco por el que no pasa el miedo, aunque bordee la tragedia a cada paso.
O no paso, mejor dicho, porque esa quietud, esa arrogante puesta en escena nos hace temblar de admiración para dar paso a la emoción al instante después. Se estiró a la verónica con el tercero como si fuera bueno.
Y embistió por dentro en la muleta y arrolló, pero parece que nada importa cuando en el ruedo hay un torero dispuesto a echar la moneda al aire. Y ahí la lanzó en una faena formidable que cerró con un estoconazo. Todos lo vimos. Todos lo sentimos, menos un presidente en actitud canallesca que le robó el doble premio.
No todo el mundo encaja el protagonismo una semana al año, a la vista quedó. Mora agradeció la oreja al público y después la rechazó tirándola al suelo. Volvió a entregarse sin guardarse nada con el sexto, en las antípodas de un toro que humilla. ¿Qué importó? Nada.
Cumbre de nuevo David Mora con el peor lote.Otra cosita tuvo el Bañuelos que abrió plaza, con el que Serafín Marín se gustó. Se relajó con las nobles embestidas del toro, ya con el capote, después con la muleta. Bonita faena que tuvo su mayor valor en la lentitud, toreo a fuego lento, con tiempo para recrear los sentidos.
Puso entrega Serafín con el cuarto, que más allá de la inercia no acudía a la muleta con empuje.Alberto Álvarez sí pactó con la suerte y se llevó buen lote. Su primero fue toro noble, que arreó en el caballo, y llegó a la muleta con largo recorrido y transmisión. Álvarez logró lo mejor al natural y derrochó disposición con el quinto, que iba y venía, pasaba, dejaba estar y tenía un pitón derecho para creer en el toreo. Con oreja y oreja se fue. En la tarde después de la tragedia, el toreo resucitó.
✕
Accede a tu cuenta para comentar