Cargando...
Historia

Historia

Aquel año en el que nos quedamos sin verano por culpa del volcán

El caso del Eyjafjalla, ese volcán islandés de nombre impronunciable que ha provocado el caos aéreo en media Europa, ha dejado claro que el hombre sigue estando sometido a la fuerza de la naturaleza y no al revés, como se suele pensar en numerosas ocasiones. Sin embargo, y aunque su espectacular columna de humo ha sobrecogido a más de uno, no es el primer volcán que decide hacer de las suyas.

El Tambora, en Indonesia, entró en erupción en 1815 larazon

El Tambora, un volcán situado en la pequeña isla de Sumbawa (Indonesia), ya protagonizó lo que muchos vulcanólogos han calificado como el mayor cataclismo volcánico de los últimos diez mil años. La erupción tuvo lugar en abril de 1815 y su explosión alcanzó tal magnitud que su altura se redujo casi a la mitad (los 4.000 metros que alcanzaba la cima del Tambora se quedaron en 2.850 después del cataclismo).Según las crónicas del momento, una intensa lluvia de cenizas pronosticó lo que sería una de las erupciones más violentas jamás vistas por el hombre. La propia isla de Sumbawa y otras cercanas como la isla Lombok quedaron cubiertas por un manto de cenizas de varios metros de espesor, que provocó la muerte inmediata de sus habitantes.

Los tres días siguientes a la explosión, una densa nube ensombreció totalmente el cielo del archipiélago, siendo visible incluso a 300 kilómetros de distancia. La columna producida por el Tambora fue tan densa que la temperatura descendió bruscamente en medio planeta debido a la reducción de la luz del sol.Las consecuencias en EuropaEn aquel 1816, que pasó a la historia como el año sin verano, el viejo continente se encontraba destrozado por las guerras napoleónicas, que habían finalizado en 1815 con la batalla de Waterloo y el exilio de Napoleón a la isla de Santa Elena.Seguramente los europeos de entonces no relacionaron aquel extraño verano con la erupción de un volcán del Pacífico. Sin embargo, las consecuencias fueron devastadoras. La fuerte bajada de temperaturas experimentada en el sur de Europa retrasó las vendimias. Los miles de campesinos que pensaban recuperar las reservas consumidas en los años de guerra no pudieron hacerlo y tuvieron que afrontar un año terrible.

La situación se volvió tan tensa que incluso fue necesario que soldados armados se ocuparan del transporte de cereales a las grandes ciudades para evitar el saqueo del pueblo hambriento. Por su parte, en Centroeuropa, fuertes tormentas generalizadas descargaron pedrisco de un tamaño nunca visto, produciendo violentas riadas que arrastraron a personas, animales y enseres.¿Y España?Los científicos europeos que estudiaron el cambio climático acaecido en el Hemisferio norte durante 1816 no han sabido aportar datos concretos que determinen hasta qué punto la Península Ibérica se vio afectada. Y en cierto modo es comprensible. La meteorología española no estaba institucionalizada oficialmente cuando ocurrieron todos estos acontecimientos y Fernando VII no ayudó demasiado, ya que, consciente del peligro que entrañaba la prensa para conservar su poder absoluto, la eliminó durante 1825 y 1820, permitiendo únicamente la publicación de "La Gaceta". Los corresponsales de esta publicación enviaban constantemente información de los desastres del tiempo en diversos países europeos, pero el periódico nunca publicó noticias que mostrasen alguna anomalía en el clima peninsular. Por tanto, no podemos saber a ciencia cierta si nuestro país también padeció un tiempo tan frío y desapacible como el resto de Europa.