Historia

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Cortinas de humo

La Razón
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Una de las especialidades del actual co-presidente del Gobierno y triministro Rubalcaba es la de manejar casi a la perfección las campañas de opinión. Dice el hombre que está cansado y quiere irse. Pura estrategia. A Rubalcaba le fascina el poder, conspirar contra enemigos y compañeros, ocupar cargos y poner peones. No sabría vivir sin lo que ahora hace, y por eso cuando dice que se quiere ir hay que interpretarlo en el sentido de que algo está tramando. O sea, que está descontento con alguna cuestión y su manera de presionar para que salga adelante es decir que se va. De modo que Zapatero ya sabe, o está a punto de saberlo, que si quiere seguir contando con la valiosa colaboración de Alfredo, habrá de acceder a alguna petición que le ha formulado o le va a plantear en breve.

Rubalcaba es sumamente valioso y lo ha demostrado otra vez con la crisis de los controladores. Su especialidad es la de enfriar un asunto grave proyectando la atención hacia otro que aún lo será más. Al menos en apariencia. En ese mundo de submundos y fontanería, policías y espías, militares y fiscales, se desenvuelve el portavoz como pez en el agua. Lo demostró con el GAL y el 11-M , la negociación con ETA y el Faisán, Afinsa y la Gürtell. Si el Gobierno se ve agobiado con el 11-M, activa un escándalo real como el del Fórum Filatélico y conseguimos que los comentaristas se centren en esta cuestión y olviden la anterior. Si nos sentimos estresados por la crisis de la deuda, qué mejor que anunciar un plan de ajuste de gastos y poner en primera línea un escándalo latente haciéndolo estallar con un decreto que provocaría una reacción segura en un colectivo tan impopular y privilegiado como el de los controladores. No había nada que perder, políticamente hablando. Pierden los ciudadanos, las compañías aéreas, los hoteles y el país en general. Pero el Gobierno se sacude la crisis de la deuda y solventa con éxito momentáneo un problema enquistado.

Pese a todo, Zapatero no consiguió ayer convencer a todos. Planteada la espantada de los controladores, no había probablemente más solución que declarar el Estado de Alarma. La mayoría de grupos lo apoya, aunque pocos comparten que en seis años no haya hecho nada por soslayarlo. El general Blanco podía haber contratado más controladores por decreto y evitar pagarles las suculentas horas extras de las que disfrutaban. No lo hizo porque no se ocupó de ello. Se lo dijo ayer con claridad Rajoy, que no le llamó inútil ni caradura como sí hizo Rubalcaba con Arias Salgado. Con todo, este último dejó una Aena saneada, mientras que Blanco suma ya una deuda de casi 13.000 millones de euros. Que no se debe a los controladores, sino a su mala gestión construyendo aeropuertos innecesarios de un vuelo al día. Por primera vez en la historia, Aena no tiene dinero para pagar a sus acreedores extranjeros. Eso sí que es grave.