Barcelona
Morín
Morín ya es sinónimo de Mengele o de Goebbels –si un apellido puede ser «sinónimo» de otro– y de todos los que decidieron «mejorar» la calidad de vida de unos acabando con la existencia de otros, que por supuesto consideraban inferiores. Desde Bélgica llegó un equipo de televisión al olor del aborto en España y, gracias a aquella alarma, se descubrió que había en Barcelona un médico que te quitaba cualquier «marrón» de encima, estuvieses en el mes que estuvieses, y que trituraba los cuerpecillos abortados y los vertía al alcantarillado. El escándalo fue grande y los políticos prometieron hacer algo. Y, de resultas de aquello, ayer se cumplió un año de la aprobación de una nueva ley de aborto que hace legales los abortos al estilo Morín. Él irá a la cárcel, pero sus discípulos pueden estar tranquilos. La ley por la que se felicitaron y abrazaron Bibiana Aído, Trinidad Jiménez, Leire Pajín y María Teresa Fernández de la Vega (todas mujeres sin hijos) permite el aborto libre hasta las 14 semanas; hasta la semana 22 en caso de riesgo para la salud de la embarazada, y hasta el final del embarazo cuando haya «enfermedad grave e incurable del feto confirmada por un comité clínico». Hasta el noveno mes: ¿se imaginan lo fácil que es contratar un comité y «certificar» una enfermedad fetal antes de darle a la trituradora para hacer desaparecer las pruebas? Prometieron hacer algo y lo hicieron, vaya si lo hicieron. Creo que nunca un Gobierno reaccionó con tanta celeridad ante un delito.
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