Psiquiatría
Vivir sin el sentido del olfato
Los pólipos en la nariz se reproducen constantemente y obstruyen las fosas nasales. La mucosa puede desplazarse a la masa cerebral. No huelen, ni saborean, y la fatiga les dificulta su día a día
Si en este instante hubiera un escape de gas o una cerilla encendida, Juan no lo detectaría. No distingue los olores. Los pólipos que tiene en la nariz le han privado durante los últimos años del sentido del olfato, ése que no tenemos en cuenta hasta que un catarro nos impide de disfrutar de los sabores y a cambio nos deja dolor de cabeza y congestión.
Para Juan esa sensación es permanente. «Noto zumbidos, como si tuviese grillos en los oídos, lo que me produce inestabilidad al caminar. Es como si estuviera mareado». Además, «la mucosidad que no puede salir se va hacia los senos paranasales y podrían afectar a la masa cerebral», añade Juan.
La obstrucción y pérdida de olfato son los principales síntomas de la poliposis nasal, una enfermedad inflamatoria crónica que puede afectar hasta al cinco por ciento de la población, según se desprende del primer documento de Consenso sobre esta enfermedad denominado Proyecto Polina.
Paso por quirófano
A Israel hace siete años que se la diagnosticaron. Lo que en principio denominaron alergia a los ácaros terminó dificultándole su vida diaria. «Hacía mucho deporte, pero empecé a notar que mi capacidad pulmonar disminuía, se me taponaba la nariz, sentía mucha fatiga, no podía respirar por las noches tumbado en la cama... Me derivaron al otorrino y allí vieron que tenía pólipos en una fase muy avanzada», dice el joven, que actualmente no tiene olfato. «A veces, con la medicación, recupero un poquito, pero apenas dura». Israel ya ha pasado tres veces por quirófano para que le extirpen los pólipos que se le llegaban a ver por la nariz. «La primera fue muy desagradable, porque me pusieron unos tapones con anestesia y tiraron de ellos para sacarlos. Un año después emplearon otra técnica, pero aunque notó cierta mejoría, «a las dos semanas ya volvía a tener pólipos». De nuevo en el hospital, esta vez por laparoscopia, se los volvieron a quitar. Juan e Israel son conscientes de que las intervenciones seguirán formando parte de sus vidas hasta que den con una solución. «Es muy desesperante, prefieres quedarte en casa, porque ese constante goteo es incómodo para ti y para la gente que te rodea. Te cambia la vida. Comprar una colonia, o simplemente mantener la higiene personal, es algo con lo que tengo mucho cuidado, porque no percibo si estoy sudando y el olor es más fuerte», dice.
Sólo los corticoides alivian en cierta medida su sufrimiento. «Las gotas con cortisona es lo único que funciona, pero no puedes abusar». A ellas se suman los continuos lavados nasales, inhaladores y «las inyecciones mensuales. Pero tener que respirar por la boca me ha producido amigdalitis, porque todo entra directamente por la garganta y también debo tratarlo», concluye Israel.
De Atención Primaria al otorrino
La rinitis y el asma son factores que frecuentemente se asocian a formas graves de poliposis nasal. «La PN se produce con mayor frecuencia en pacientes con asma y en aquellos con alergia a la aspirina», explica Adolfo Sarandeses, presidente de la Sociedad Española de Otorrinolaringología.
Para abordar esta enfermedad desde las distintas especialidades médicas se ha creado el Proyecto «Polina», el primer documento de consenso sobre esta dolencia elaborado por las sociedades científicas Seorl (Sociedad Española de Otorrinolaringología) y Seaic (Sociedad Española de Alergología e Inmunología Clínica), en colaboración con MSD. El texto pretende plasmar por primera vez en una guía práctica los conocimientos actuales y las recomendaciones de diagnóstico y manejo del trastorno.
De los resultados recogidos se desprende una necesidad de controlar el flujo de pacientes desde atención primaria a las dos especialidades involucradas. Además, «la endoscopia nasal es la prueba diagnóstica de elección de esta patología», como señala Adolfo Sarandeses, presidente de la Seorl. Respecto al tratamiento, el documento recoge que los corticoides, administrados de forma tópica o sistémica (oral) son el remedio más eficaz y seguro, ya que se ha demostrado que es útil para reducir los síntomas nasales, así como el tamaño y también sus recurrencias tras la intervención quirúrgica.
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