Grupos
03:30 asalto al Madrid Arena
Los asistentes a la macrofiesta relatan que los tiques no pasaron por ningún control
MADRID- «Fue un chollo. Yo compré mi entrada, pero algunos de mis amigos, no. Cuando entré con ella, que compré por internet, y vi que me la devolvían sin ni siquiera pasar el lector del código de barras y estaba ‘‘limpia'', se me encendió la luz, porque llevaba otra copia del tique por si acaso. Sobre todo cuando al intentar salir ni siquiera me ponían el sello habitual. Salí y les dije a mis colegas: ‘‘No compréis en la reventa''. Nos las ingeniamos, no te voy a decir cómo, la copia ‘‘ruló'' entre nosotros y al final entraron gratis doce», explica un joven que no se quiere identificar a LA RAZÓN. Todavía no se explica cómo pudieron tener tanta «suerte». «Tuvimos mucha ‘‘potra''. Vale, nos la ingeniamos muy bien, porque había tal jaleo que los de seguridad no daban abasto, y era tan sencillo como que uno entraba y el otro se agolpaba entre los que esperaban, y ya está, la entrada volvía a estar fuera y así una y otra vez». Este chico y su grupo de amigos y amigas, habituales de este tipo de fiestas, no se lo terminaban de creer. Claro que llegaron pronto, porque según otros testimonios recogidos por Laura Benito, «entre las dos y las tres y cuarto de la madrugada los ‘‘seguratas'' se quedaban con las entradas, ni les leían el código de barras».
Si estos chicos echaron mano de la picaresca para entrar en el Madrid Arena, algunos apuntaban que no fueron menos astutos, si no los organizadores, sí que muchos vigilantes y los que controlaban la entrada. A un veterano de este tipo de conciertos, L. F., le sorprendió mucho que se quedasen con la entrada «y ni siquiera la partieron, como se hace para contar la gente que entra, que es lo que han hecho en anteriores festivales a los que hemos asistido en el Madrid Arena». L. F. no se quiere mojar pero afirma, «que esas entradas las usaron para volver a venderlas, algo que no me extrañaría, porque justo antes de entregar la mía, a pocos metros, había muchas personas preguntando si ya teníamos y si queríamos tiques para ver a Steve Aoki». La impresión de muchos de los que estaban allí es que la oferta de entradas se multiplicaba pese a que el recinto ya estaba prácticamente lleno. «Éramos más de 15.000 personas seguro, se estaba a reventar y se seguían ofreciendo entradas».
Lo cierto es que muchos jóvenes no salían de su desconcierto al ver cómo se quedaban con sus entradas, impolutas, sin ser rasgadas y sin ningún control. R. G, que también se puso en contacto con este periódico, se sorprendió de cómo se iban saltando las normas habituales una a una. «Ninguno de mis amigos conservamos la entrada, nos las quitaban de las manos sin ni siquiera comprobar si eran verdaderas o falsificaciones... ¡¡¡yo que sé!!!, todo fue muy raro...».
«Había mucha más gente de la permitida seguro. Yo fui cero inútil y me fui arriba del todo. Veías a la gente de la pista central ‘‘mazo'' aplastada. No nos registraron al entrar. La gente se había llevado botellas y se podía fumar con toda la calma», afirma Carlos. Beatriz va más allá y asegura que ella y sus amigas se colaron tranquilamente: «Se vieron desbordados. Sólo había seis mesitas con una persona en cada una, por lo que, como se agolpaban todos alrededor de ellas, no veían ni a los de detrás, que como yo, nos colamos».
Empresarios de la noche, que conocen a los organizadores, pero no quieren desvelar su identidad, aseguraron ayer al diario: «Hubo una venta turbia de entradas».
Una menor afirma que lo ‘‘flipó'' cuando no le pidieron el DNI en la entrada: «Vale, que llevaba el de mi hermana que es más mayor, pero es que ni lo tuve que sacar. Y eso que en el justificante de compra estaba escrito ‘‘se deberá ir documentado con su DNI''».
Esto le sucedió a un número significativo de menores, al menos así lo decían en las redes sociales y después por contacto telefónico siempre desde números ocultos «porque no quiero meterme en problemas». «Ni siquiera en las discotecas he entrado tan fácilmente. La verdad no me parecieron nada profesionales, claro que también lo agradezco...», dice una chica, que aunque asustada, también mostraba cierto orgullo por la «proeza».
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