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El que no descansa

La Razón
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Tiene gracia que José Bono, el que nunca descansa, hable del descanso de Rajoy. Don José es un conspirador nato que lleva años poniendo chinitas en el camino de Zapatero tras su fracaso del 2000 cuando quiso convertirse en líder del PSOE. Lo tenía todo para hacerse con la secretaría general. Todo menos la confianza de los más viejos del lugar que le conocen bien y saben que la palabra lealtad no se encuentra entre sus favoritas. El hoy presidente del Congreso, teórico número tres de la jerarquía del Estado, debería ser más prudente en sus declaraciones públicas. Su papel institucional no es compatible con el partidismo y su apresurada carrera en auxilio del hoy por hoy vencedor del pulso que los controladores le han echado al gobierno en el culo de los ciudadanos. Qué sabe Bono de la estrategia del PP. Nada, está demasiado ocupado en olfatear el futuro de su partido que se está preparando para una debacle electoral en la próxima primavera lo que, posiblemente, abra un debate interno de cara a la sucesión. Una sucesión en la que Bono no tiene ninguna papeleta, pero el problema es que él no lo sabe, y por eso se empeña en seguir siendo muy «mediático» como le califican los papeles secretos de la inteligencia norteamericana aireados a los cuatro vientos en los últimos días. Haciendo bueno el refrán de «quien mucho habla mucho yerra», el excelentísimo señor presidente del Congreso no midió sus palabras ni el momento de pronunciarlas. Hoy el Gobierno de su partido necesita de la prudencia del Partido Popular de Mariano Rajoy para explicar a los ciudadanos que se ha tomado una medida excepcional para solucionar un problema laboral que se nos había dicho que estaba solucionado hace meses. El líder de la oposición ha demostrado en estos días que su sentido del Estado es muy superior al que tienen muchos de los dirigentes socialistas. El caos del pasado viernes es sólo achacable a quienes decidieron provocarlo, pero el PP podía haber hurgado en la herida tirando de hemeroteca, y no lo ha hecho por pura y simple responsabilidad. Con este panorama las palabras de José Bono, por muchas disculpas privadas que haya pedido, son una provocación frívola e irresponsable. Claro que de frivolidad estamos hartos en este país desde hace años. Los mismos años que lleva este Gobierno jugando con nosotros a las sombras chinescas y vendiéndonos humo como si se tratara de realidades. Una vez más Bono ha conseguido cabrear a los contrarios y a los suyos, lo que significa que su futuro político termina en el despacho de la Carrera de San Jerónimo. Ha llegado el momento de que se tome un descanso en su dilatada carrera conspiratoria y que disfrute del año largo que le queda de coche oficial, moqueta de varios centímetros, y reverencias de ujieres. Después ya podrá disfrutar de lo que con tanto esfuerzo ha conseguido reunir en todos estos años. De momento no estaría mal que se centrara en su papel institucional, lo que le obligaría a medir un poco sus palabras.