Grupos
Chuachenague
La otra tarde, temiéndome que la moda indique que ahora hay que pasar los fines de semana en una gasolinera quedando con los colegas, me fui a ver al ex gobernador, ex actor, ex marido y ex culturista Chuachenague. Disculpen la deriva en la que ha acabado el nombre del austríaco Arnold, pero en casa de mi madre siempre se ha pronunciado así y ahora no lo vamos a cambiar porque Vds. prefieran que se le llame como se llama de verdad. No es fácil ser Chuachenague, ojo, no es fácil. No es fácil haberte pasado la vida simulando que eres un señor grandísimo cuando de cerca eres más bien cabezón y medianillo, ancho con tendencia a la hombrera setentera y al traje de hormigón armado. Acero para los barcos lleva ese hombre en cada costura. Tampoco es poca cosa el tinte mueble provenzal en el peluche de la cabeza, ni el blanqueador de los dientes, que te tienes que poner crema pantalla total para aguantar esos rayos cegadores. Quizá lo más impresionante, sin embargo, lo guarden debajo de sus chaquetas sus guardaespaldas, a los que, en cuanto te arrimas para ver de cerca a Chuachenague, te arriman el cacharro como arriman las señoras los bolsos para hacerse hueco en una bulla. Así que vino el maromo a Madrid y yo jamás me pierdo esas cosas tan especiales, tan incomprensibles y tan chocantes porque lo de la convención de músculos, L-Carnitina y toallitas autobronceadoras me parece uno de los eventos más encantadores, deliciosos y enternecedores a los que uno pueda acudir. Lo próximo será un crucero de singles para tirarme desde la cubierta en plancha y abrazarme a una raya eléctrica.
Vino Chuachenague a Madrid, y Madrid, que ya no sabe cómo conseguir unos Juegos Olímpicos, se volvió a colgar del pino que le faltaba hablándole al ex gobernador como si aún lo fuera y pasándole la mano por el lomo por haber reunido a tantos seguidores ahora que cualquier cosa que deje dinero provoca en la administración doble tirabuzón y triple salto mortal. Madrid, por cierto, dio un aviso a las asistentas para que se pusieran a cubierto, que parece que el ex gobernador llamado gobernador suele confundir el trabajo remunerado con el trabajito fino. Lo mejor de todo esto es que Chuachenague reúne en su persona algunas de las características que han definido a buena parte de los presidentes de los Estados Unidos recientes: ha sido gobernador, ha sido un golfo, ha sido expulsado por un miembro de los Kennedy y ha sido un actor lamentable, aunque esto último lo niego y estoy dispuesta a batirme en duelo con el que me discuta que, la que hizo con Dani de Vito en la que eran gemelos, es una película buenísima. Lastimosamente se fue, dejando tras de sí las huellas de un tacón cubano. Sayonara, baby.
✕
Accede a tu cuenta para comentar