Feria de San Isidro
San Isidro
Panceta, entresijos y gallinejas, oreja, tortilla de patata, huesos de santo, rosquillas... Da por pensar que la esencia de San Isidro es el colesterol. A los madrileños otra cosa no, pero se nos hace cuesta arriba cualquier celebración local sin echarse en brazos de las tapas y las cañas. En los próximos días, si el tiempo acompaña, el «núcleo duro» de Madrid: La Latina, Lavapiés y Carabanchel -allí está la Ermita del Santo- se convertirá en una fiesta gastronómica para celebrar que antes de capital fuimos pueblo y que no queremos renunciar a serlo. A fuerza de expandirse, Madrid ve cómo se difumina su esencia y nos deja huérfanos de raíces. Hasta que llega San Isidro, Cayetano y La Paloma. Entonces, emerge el castizo que todos llevamos dentro por mucho que nos hayamos modernizado. Celebrar San Isidro es sinónimo de festejar Madrid y ser madrileño, un subidón de orgullo después de ver cómo sacan pecho nuestros compatriotas de la periferia con las peculiaridades de cada cual... Entre las nuestras, insisto en la gastronomía, está también ese olor a fritanga que nos acompañará estos días y que no se va ni fumigándonos. Tanto da, cualquier jarana es bien recibida, que también nos caracteriza saber divertirnos.
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