Castilla-La Mancha

Nuria Fernández: «No conozco a ningún atleta quevenga de familia bien»

Nuria Fernández reconoce que tener una hija le ha hecho ser mejor atleta
Nuria Fernández reconoce que tener una hija le ha hecho ser mejor atletalarazon

«No soy Cindy Crawford, pero...» dice Nuria Fernández en la sesión fotográfica. Un resfriado es lo único que la ha devuelto a la tierra desde que se proclamara campeona de Europa de 1.500. Apenas ha dormido. Se despierta y levanta los brazos. Lo revive. No se terminó de creer su victoria ni cuando pasó la meta, y cuando iba al podio se le subieron los gemelos: «¿A que me tienen que ayudar?», pensó. Subió con sus pies y allí se emocionó: «Me vino a la cabeza media vida».

–No se cansa de repetir que está en una nube, ¿cómo se vive ahí arriba?
–Muy ajetreada, no paro de recibir llamadas, felicitaciones, la radio, la prensa... Es algo extraño para mí, pero estoy emocionada. Pienso: «He hecho algo grande».

–Cuando ve sus fotos en el periódico...
–Me veo guapísima, súper bien de tan alegre que estoy. Es emocionante.

–¿Ser atleta es lo que esperaba?
–Siempre que empiezas en el deporte tienes un sueño: ser la mejor, campeona. Luego cuando ves la realidad y todo lo que tienes que luchar es otra historia.

–Es una vida dura... ¿cuánto hace que no toma una caña?
–Desde el verano pasado. Termino el día tan cansada que no suelo salir.

–¿Cuántos km ha corrido en su vida?
–¡Ufff! No me he parado a pensar, pero imagínate, una barbaridad, si cada semana hago entre 100 y 120.

–Pero el domingo pasado...
–...Por fin todo salió. ¡Qué pasada! Estoy flipando aún. El primer flashazo: madre mía que puedo ser bronce; que una medalla es mía, porque me veía con un cambio de ritmo. La rusa se iba para atrás, Natalia no avanzaba y... ¡Ay Dios mío que puedo ser plata! Y flipando con la plata. Pero es que me vi con tanta fuerza que me digo: voy a por el oro. Incluso pasando la meta pensé: «¿Y si no he ganado?».

–¿De dónde salió la fuerza?
–Entre que yo tenía un cambio y un poco de conocimiento aún en la mitad de la recta, y ver al público, esos chillidos por mí y por Natalia, me dio como una fuerza de decir: éste es mi día, me cago en la leche.

–Y entonces «pierde el conocimiento».
–Me quedo como diciendo, la he «liao».

–¿Es un oro inesperado?
–Sabía que estaba muy bien, pero como nunca había ganado una medalla la confianza no la tienes. Mi entrenador me decía: «Vales menos de cuatro minutos, créetelo». Pero por mucho que te lo digan, te cuesta. Con el nivel que había, firmaba el bronce. Menos mal que no firmé.

–¿Cómo explica que llegue con 33 años?
–Y después de tirar la toalla, cogerla... He madurado. Emocionalmente antes estaba para arriba, para abajo, tal...Y al tener una hija tienes la vida súper ordenada, me cuido mucho más en todos los aspectos entre la comida, no salir. Como que hago una vida de monje, tranquila, serena.

–¿Correr es de cobardes?
–O de valientes porque «tela» el sobreesfuerzo y la capacidad de sufrimiento de un atleta, es impresionante.

–¿Lo hace todo corriendo?
–Soy muy nerviosa. A lo mejor friego los platos, sin parar, todo muy rápido. Me consume que la persona que está a mi lado vaya con pachorra. Soy muy activa.

–¿Qué sensación es parecida a la de ganar una medalla?
–Mi mejor medalla es mi hija. Me quedé embarazada porque estaba cansada del atletismo y no me salía nada. Necesitaba un cambio. Ahora agradezco que no me fuera bien.
 
–¿Está la labor de las mujeres reconocida como la de los hombres?
–Se va reconociendo más. Arturo Casado ha sido portada en algunos periódicos y yo he salido muy similar a él. Antes no era así. Creo que han ayudado los patrocinadores con carreras de la mujer y demás.

–¿Por qué es difícil que ahora salgan atletas como usted, Marta Domínguez o Natalia Rodríguez?
–Somos de las periferias de las grandes capitales. Como que antes salías mucho, hacías más ejercicios orgánicos, jugar al rescate, irte a investigar al campo o la montaña, irte a otro pueblo en bicicleta. Se hacía más vida en la calle, yo no paraba, ya no se ven niñas jugando a la goma, yo antes me moría, unos brincos... Me tenía que venir a buscar mi madre dándome dos palos porque no subía para casa. Y eso ahora no lo veo. La vida es de otra manera y lo noto en mi hija. Hay mucho miedo, les tienen como muy vigilados, los niños están con las madres. Ahora están más con el videojuego o el chat y yo una videoconsola no la veía ni en televisión. Están todos así y es difícil que salgan atletas.

–¿Tiene esos miedos con su hija ?
–Ahora lo llevo bien porque tiene dos años y medio y tiene que estar con la madre. Aunque el día a día es duro, necesita mucha atención y muchas veces estoy cansada de entrenar y ¡ay Dios mío!, tengo que ir al parque.

–¿Es más duro que correr un 1.500?
–A veces sí, pero a mí me ha sumado más que me ha restado.

–¿Es su hija un terremoto como usted?
–Ha salido a mí, tiene locos a los abuelos.

–Ser madre es...
–Lo mejor, me ha cambiado la mentalidad. Antes estaba pendiente de las rivales, que si ésta está muy delgada, que si madre mía que marca hizo; o hacía un mal entreno y pensaba, ¡jo!, ya no estoy bien. Y ahora llego a casa y tengo que hacer la cena, atender a mi Candela, «pa'rriba, pa'bajo», la tengo que bañar. No pienso todo el rato en atletismo, tengo espacios para la vida familiar y eso a mí me ha venido bien porque la cabeza es un 50 por ciento.

–¿Y si Candela quisiera ser atleta?
–Por una lado me gustaría, yo he conocido mucha gente, países, culturas, y a mi marido, qué más puedo pedir... Y de donde vengo no creo que hubiera conocido tantas cosas. Pero luego es una capacidad de sufrimiento, el atletismo es un deporte muy individual, estás primero tú, después tú y después tú. Si hiciese deporte, me gustaría que fuera de equipo.

–¿Para ser atleta hay que saber sufrir?
–Yo no conozco a ningún atleta rico, que venga de familia bien, normalmente salimos de gente muy humilde.

–Afecta la crisis a un atleta.
–Claro, porque en los ayuntamientos daban un presupuesto para las millas y ahora se ha reducido y lo llevan a las cosas sociales. Se nota, y también nos han reducido un quince por ciento la beca.

–¿Candela se dio cuenta de su éxito?
–Yo creo que sí. Al dar la vuelta de honor la vi llorar y sentía un poco de emoción en ella. A lo mejor me he flipado y lloraba porque se había hecho daño...

–Se ha cansado de dar gracias a los que le han «aguantado muchas cosas».
–Claro. «Mamá, quiero ir al parque». «No, vamos a sentarnos aquí y te pongo unos dibujos, que tengo que descansar». O cuando la pareja dice de ir a cenar, a veces cedes, pero normalmente piensas en ti. El deporte es egoísta y tienes que ser así para triunfar porque es muy duro.

–El fútbol acapara mucho protagonismo, ¿lo odia?
–Cada cosa tiene su hueco. El fútbol es el deporte rey. Juega uno de Segunda y se llena el estadio y en el atletismo en un campeonato de España para llenarlo... Hay que ser realistas. Nosotros nos estamos haciendo un huequecito.

–¿Cómo se puede vender el atletismo?
–Con una buena difusión, que se haga buena promoción y en los colegios que la Federación acerque el atletismo a la gente. Si las 30.000 personas que corren la San Silvestre fueran forofas llenarían todo... Pero es individual hasta para la afición.


De Castilla-La Mancha, no madrileña
Nuria Fernández nació en Suiza (16 de agosto de 1976), donde sus padres acudieron para buscar trabajo. Vino a España con dos años y todos dicen que es madrileña, pero... «Dicen mucho lo de madrileña y la verdad es que estoy en Socuéllamos, soy castellano-manchega. Castilla-La Mancha siempre me ha apoyado mucho. Mi padre es de allí, me empadroné allí, me dieron la beca estando embarazada y se están ofendiendo un poco porque me han ayudado tanto. Me ponen madrileña porque he vivido aquí toda la vida», reivindica. Empezó a competir en una carrera de barrio, ganó y un entrenador, Fidel Paredes, vio en esa chica fina y con las piernas largas cualidades para ser atleta. No se equivocó.