Europa

Asturias

Atasco en el palco del Soccer City

Los asientos del Soccer City, la sede de la final del campeonato, son naranjas, una ventaja para los holandeses, también colonizadores de Suráfrica. En la grada y en las inmediaciones, la proporción «oranje»-«roja» en torno al 4-1, segunda ventaja, y notable. El grito más escuchado, «¡Holland!»... No era ni siquiera el principio. A las cuatro de la tarde, la final ya había comenzado. Las inmediaciones del estadio, colapsadas. El tráfico en Johannesburgo y en las grandes ciudades surafricanas es un completo caos.

La Razón
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A las 18:50 apareció Shakira, allá abajo, y puso a todo el estadio en pie con el «Waka waka». Espectáculo de luz y color «for Africa», más música, bailarines, efectos especiales, imágenes inolvidables del Mundial y actividades lúdicas varias para matar el gusanillo. Sólo faltaba el fútbol, la final inédita entre Holanda, que jugaba en casa, y España, la actual campeona de Europa. A las 19:15, Nelson Mandela, 91 años, salud delicada, frío de invierno en Johannesburgo, apareció sobre la inmensa lona que protegía el césped montado en un cochecito. Se llevó la primera ovación de la noche. Durante los 28 minutos que duró la ceremonia, que se retransmitió a 215 países y que los organizadores preveían que sería vista por más de 500 millones de personas, participaron 780 artistas y algunos de los cantantes y bailarines africanos y surafricanos más importantes. El concierto pretendió ser «un recuerdo de lo que Suráfrica ha ofrecido al mundo», según los organizadores.En el palco esperaba la representación española con la Reina Sofía y los Príncipes de Asturias; y Jaime Lissavetzky, Ángel María Villar y Alejandro Blanco, entre las autoridades deportivas españolas. Ministros, ni uno; tampoco José Luis Rodríguez Zapatero. O ahorran o están de vacaciones o nos creemos lo de la agenda apretada. Doña Letizia, categórica en los prolegómenos: «Estamos todos atacados, con unas ganas tremendas». Más música y más baile en el Soccer. Don Felipe: «Seguro que nos dan una alegría». Otro deseo: «Que les salga un partido bordado». Y recuerdos del Rey, el gran ausente: «Lo seguirá con pasión y muchos nervios».Y de repente, los paquidermos. Pensé que me iría de Suráfrica sin ver ni uno de los «big five», sólo con un par de fotos de avestruces y babuinos, y en éstas aparecieron los elefantes, blancos, qué extraño, con manchas negras perfectamente geométricas, más raro aún... Eran de pega, como si se le hubiese ocurrido la «perfomance» a Zhang Yimou, el director de cine chino que montó la ceremonia de apertura de los Juegos de Pekín, el espectáculo más maravilloso y logrado que he visto.En este caso se hizo lo que se pudo, que ya es bastante. Y mientras los coros y danzas de Suráfrica amenizaban los instantes previos de la final, hacíamos mentalmente recuento de sensaciones, fantásticas, buenas, regulares y malas. El fútbol es lo primero, lo hemos visto. Lo malo es que por dos noches en un hotel de carretera, que en temporada baja no costará más de 20 euros en este país, y un traslado en autobús te claven 3.000 euros. El Mundial es una cosa y los atracos sin antifaz, otra. Allá cada quien con su negocio y su conciencia. Tal y como es, lo contamos. Afortunadamente y después de un mes en este basto y variopinto territorio.