España
El micro- candidato por Alfonso Merlos
Rubalcaba es un aspirante amilanado, empequeñecido, acorralado. Amilanado por la presión de la calle. Empequeñecido por el empuje del PP. Acorralado por una militancia del PSOE que aguarda expectante con un cuchillo entre los dientes. Lo tiene todo en contra, incluido el tiempo; el que le resta hasta el domingo y el que empieza a correr el 21N al amanecer, que para el de Solares será más bien un anochecer.
Y aún así, o precisamente por la acumulación de tanta y tan concentrada adversidad, se mantiene aferrado a su herramienta estratégica por antonomasia: la mentira. Lo último pasa por acusar a la gente de Rajoy de estar más equivocada que nadie en el diagnóstico y la respuesta a la crisis económica. Así, la tormenta perfecta que sacude a España y hace zozobrar a franceses o italianos ratifica a Alfredo en algunas ideas: la primera, que la depresión es algo internacional, no nacional; la segunda, que los socialistas han reaccionado para combatirla con inteligencia, sin improvisar; la tercera, que Zapatero ha hecho exactamente lo mismo, en tiempo y forma, que Obama o Merkel o Sarkozy. ¡Como lo oyen! Podemos decir que Rubalcaba está intentando subirse al último carro de la campaña, el del «cuando peor, mejor». ¡Y ya le gustaría que funcionase! Pero no será así, ni siquiera con esa fórmula sofisticada y cutrecilla de caciquismo que se presenta bajo la fórmula del micromitin, y que consiste básicamente en privar al ciudadano de su libertad individual para decidir el voto. ¿Qué es eso de «convence a unos cuantos vecinos de la papeleta que tienen que meter»? Es, simplemente, la antidemocrática manifestación de impotencia de un microcandidato.
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