Teatro

Nueva York

Brownlee el color de Pésaro

El príncipe más oscuro del bel canto comparte con LA RAZÓN las horas previas a su reaparición en la casa de Rossini con la ópera «La cenerentola».

Con Fleming, en pleno dúo amoroso, durante la representación de «Armida» en Nueva York
Con Fleming, en pleno dúo amoroso, durante la representación de «Armida» en Nueva Yorklarazon

A pesar de lo evidente, lo que hace único a Lawrence Brownlee no es haberse hecho fuerte en la cumbre como tenor siendo afroamericano, de color, vamos, negro. Lo que le hace un gigante, a pesar de su escueta estatura, es su impecable coloratura y su enorme capacidad para alcanzar las notas altas. Aunque él está acostumbrado a no pasar desapercibido por su raza: es el único negro que guarda en sus vitrinas los prestigiosos premios Marcan Anderson y Richard Turner, pero es que, además, los logró el mismo año, una proeza inaccesible tanto para blancos como para negros. Su voz es ideal para el bel canto y su repercusión mundial sería aún mayor (aunque es habitual de La Scala, Viena, París, Nueva York), si la sombra mediática de Juan Diego Flórez no fuera tan alargada en este repertorio. Ahora regresa a Pésaro, la meca de Rossini, el compositor que más veces ha interpretado. «Me siento muy honrado y feliz. Es un sueño cantar aquí, donde han pasado todos los grandes cantantes rossinianos», cuenta al otro lado del teléfono.


Lo que iba a ser una pequeña entrevista deviene una larga conversación interrumpida por los túneles de las carreteras italianas, los nervios del estreno y la atención que debe a su esposa, «embarazadísima» de siete meses y medio. Admite que la responsabilidad de entonar la gran aria de Don Ramiro en «La cenerentola», la pieza que representará hasta el 20 de agosto es grande, pero parte con la ventaja de que ha hecho suya la partitura infinidad de noches: «Este personaje debe ser sincero y muy fuerte. Sabe que es un príncipe, pero no quiere casarse sin amor, ni desea que le quieran por ser rico. Vocalmente requiere de bravura, buen gusto y fraseo. He estudiado mucho y estoy preparado», argumenta.


Gran actor
Se mide desde anoche con Mariana Pizzolato, la cenicienta que ha reemplazado a Kate Aldrich, bajo la dirección musical de Yves Abel. La escena es cosa de un clásico italiano a la altura de los foros imperiales, Luca Ronconi: «Es tradicional, pero también muy divertida. Hay montajes que interponen muchas cosas entre la historia y el cantante. Aquí no, la puesta en escena se apoya en los protagonistas». Al fin y al cabo se trata del cuento infantil de la cenicienta, un entretenimiento con moraleja que el autor aderezó, como es habitual en todo su repertorio bufo, con gran sentido del humor, tanto en la intención de sus melodías, como en los libretistas que eligió. Nos recuerdan esas palabras de Brownlee sobre los «registas» su actuación en el Teatro Real. Se alternó con Flórez como Conde de Almaviva en el recordado «Barbero de Sevilla», de Emilio Sagi. En su debut madrileño no sólo derrochó florituras, sino también sus dotes como actor. «No tengo ahora mismo proyectos en España, pero si me lo propusieran ahora mismo aceptaría. Tengo muchas ganas de pisar el Liceo de Barcelona y también me han hablado muy bien de Bilbao», confirma.


«La boda de Peleo»
No será su única intervención en la casa de Rossini, pues Alberto Zedda, el veterano director de la muestra, le ha regalado una participación en «La boda de Tetis y Peleo», como Peleo, el próximo día 22: «Se trata de una cantata, pero no es una obra menor. En cuanto empiezas a escucharla reconoces que contiene elementos a la altura de grandes obras como "Tancredi"o "El barbero de Sevilla". Es un nuevo título del compositor que incorporo».

Sorpresa. Su acento italiano es perfecto, algo poco frecuente en una lengua extranjera para un norteamericano nacido en Ohio en 1972. Sus largas estancias en la península itálica, el repertorio obliga, han hecho lo suyo. Él se encuentra igual de agusto trabajando a un lado y otro del Atlántico, aunque admite que las diferencias son notables: «En Europa y en sitios como Pésaro el nivel del público es muy alto y los cantantes deben estar muy preparados. En EE UU las circunstancias son distintas, pero también percibo un respeto muy grande por la música». La agenda, sin embargo, le tiene preso en el Viejo Continente, aunque el nacimiento de su hijo probablemente le fuerce a cancelar alguna función. Le esperan en París con «La italiana en Argel» y después en Suiza con un título aún poco frecuente para él, «La sonámbula», de Bellini. «Es un rol que abordo muy bien, lo encuentro muy ajustado a mi voz».


Sin copiar a los clásicos
Aún recuerda que estudió el papel con la grabación de Pavarotti y Sutherland resonando en su memoria: «Debemos escuchar a los grandes maestros. Hay que aprender de los que han aprendido de otros que a su vez conocieron a otros, que a su vez se formaron con Puccini o gente así, pero sin copiar», advierte. Hablando de grandes mitos, la casualidad ha querido que naciera el mismo día que Alfredo Kraus, gran dominador del repertorio en que se mueve el americano: «Para mí es un honor –revela–, aunque no lo he elegido yo. Según los cálculos mi primer hijo debería nacer el mismo día del cumpleaños de mi mujer, pero si llega en cualquier otra fecha también será bien recibido». Como el mito canario, es consciente de sus limitaciones y no va a forzar la máquina para llegar a Verdi a cualquier precio. «He hecho a Donizetti, Bellini y algún Mozart como Belmonte y Ferrando, me interesa muchísimo este compositor, pero sólo quiero hacer cosas que se adapten a mi tesitura», e insiste una y otra vez en esta idea: «No es que me sienta más cómodo en Rossini que con ningún otro autor, es que mi instrumento se adapta ahora mejor a él».

Después de pasar julio en La Scala se estableció en el familiar y ruidoso balneario que es Pésaro por estas fechas, con sus abundantes lidos (playas privadas) repletas de hamacas y de casetas para cambiarse al más puro estilo de principios del siglo XX por estas fechas. En Milán se alternó, de nuevo, en el papel protagonista de «El barbero de Sevilla» con Flórez. La pregunta es obvia e irremediable, dado que transitan por la misma senda, y la respuesta es clara y directa: «Llegué aquí como "cover"de Juan Diego Flórez, teníamos la misma edad, pero su carrera se ha disparado y siento mucho respeto por Flórez. No hay nada malo que decir de él, somos colegas y su trato hacia mí es muy bueno».


El éxito de Armida
Brownlee recordará la temporada que está a punto de terminar para él como la del estreno de «Armida» en el Metropolitan Opera House de Nueva York. Era la primera vez que el público de la Gran Manzana asistía a una representación de este título raro de Rossini. Aunque la estrella era Renée Fleming, la crítica subrayó la actuación de Brownlee. Él, acostumbrado a compartir cartel con grandes divas como Elina Garança o Joyce DiDonato, se muestra modesto: «Actuar junto a Fleming es impresionante porque se trata de una auténtica "superstar"en escena, aunque luego, en el trabajo, es simpática y humilde. Una colega más. El público fue muy cálido y estaba ávido de conocer aquel título de Rossini que requiere de seis tenores en escena». El mismo acontecimiento se repetirá en 2011, pues el Metropolitan acostumbra a sacar rendimiento a sus nuevas producciones.