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Ese peligroso «liberal» por Alfredo SEMPRÚN
El problema de las tiranías es que hasta sus más preclaros y entusiastas seguidores pueden acabar convertidos en peligrosos desviacionistas. Y así, Mahmud Ahmadineyad, el reclutador de niños suicidas durante la guerra contra Irak, el alcalde que obligó a mujeres y hombres a utilizar ascensores separados, el presidente perseguidor inmisericorde de opositores, atraviesa un delicado momento vital. Porque eliminados de la vida pública los llamados «reformistas», hoy se enfrentan en las urnas las dos facciones más extremas de la revolución: la de los clérigos y la de los laicos, y Ahmadineyad, caricaturizado por los mulás en «liberal», tiene todas las papeletas de la derrota. Ciertamente, ha cometido el pecado del «populismo» e, incluso, tiene colaboradores que rechazan que el chador forme parte de la cultura persa y haya de imponerse a palos, pero que nadie se llame a engaño, lo que está en juego es el reparto del botín. Petróleo, comercio exterior y construcción, los tres grandes negocios del país, siempre han estado en manos de la coalición religiosa y militar que derribó al «Sha» y que entró por derecho de conquista en la casta del bazar. Ahmadineyad no sólo ha puesto en duda sus privilegios, sino que ha cuestionado la preminencia de los turbantes en la vida pública. Una victoria amplia de la casta, la que representa el guía supremo de la Revolución, Jamenei, puede llevarle en cuestión de meses al ostracismo. Ya está citado, hecho sin precedentes, para que responda ante el Parlamento de su política económica y financiera. Le sobrevuela la moción de censura entre la indiferencia de una gran parte de la sociedad civil, a la que se le da una higa participar en un ajuste de cuentas.
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