San Sebastián
La palabra con sangre deja huella
Jon Kepa Preciado pasó la delgada línea que separa el romanticismo de lo cursi: en una carta de amor a su novia Itziar copió una canción del cantante de pop Álex Ubago, sin avergonzarse por su falta de imaginación.
Lo que hizo Jon Kepa lo hacen todos los días miles de enamorados que no tienen más inspiración que las canciones que suenan en las radiofórmulas. La diferencia es que Jon Kepa forma parte de ETA.
El etarra tuvo un desliz, un detalle con su novia que le hace parecer humano, pero que también le ha llevado a ser juzgado. Los peritos grafólogos de las Fuerzas de Seguridad del Estado comprobaron que la letra de esa carta de amor era la misma con la que se escribieron algunas acciones terroristas de ETA. Jon Kepa se había acusado sin saberlo.
Dejamos huellas con nuestro pelos, con nuestras dedos, con nuestra saliva, vamos dejando restos de nosotros en cada paso que damos y un acto tan trivial, tan rutinario, como el de coger el bolígrafo y escribir puede llevar a la cárcel. El de Jon Kepa no es el primer caso: a otros compañeros suyos les pillaron por escribir recetas de cocina. Al terrorista Portu le sucedió algo parecido. Le encontraron un papel con números de teléfonos del Parque de Bomberos y de comisaría de Madrid a donde se llamó cuando el atentado de la T4. Coincidían con una anotación manuscrita que se había encontrado en su casa de San Sebastián.
Comparar letras
Portu y Jon Kepa ya saben que las palabras delatan. Eso ya se conocía en la Policía, en la Ertzaintza, en los Mossos, que como la Guardia Civil, tienen sus peritos grafólogos. Los de la Guardia Civil trabajan en un pequeño despacho, con grandes, y valga la paradoja, microscopios, que cazan los detalles de cada letra que escribe un terrorista, un criminal.
La Guardia civil insiste en separar su trabajo de la grafología popular que identifica con tanta facilidad el carácter con la letra. Lo suyo es menos relevante para el público, pero más importante para la seguridad. En realidad, por el tipo de letra es muy complicado descubrir los comportamientos o la forma de ser de una persona. Si eso se plantea con seriedad, sólo se puede hacer como apoyo a otros tests que ayudan a definir la personalidad, no como una prueba definitiva. «Lo nuestro es otra cosa, no tienen que ver con eso. Lo que nosotros hacemos es comparar letra con letra y no es un trabajo mediático. Pero sin duda sí que es útil y en casos de terrorismo sirve para detener», cuenta el teniente Julio Sáez, director de grafística de la Guardia Civil.
En la televisión y en las portadas se ve cuando se interviene un comando y se produce la incautación de documentación, pero apenas se tiene en cuenta que lo que realmente condena a esa persona es probar el enlace con la banda. Lo que importa son las pruebas, es decir, las huellas, la escritura, los documentos. «Si al Comando Galicia –sigue Julio Sáez– se le incautan documentos sobre políticos, sobre operaciones o sobre cómo hacer bombas, todo bien detallado, es una gran operación, pero si eso no lo enlazas con la escritura de una persona, no vale. Ese enlace sirve para decir que el terrorista detenido en cualquier sitio, pertenece a ETA porque esa documentación tiene su letra».
Los terroristas suelen ser ordenados. Hasta hace poco hacían informes en los que contaban cómo habían sucedido los atentados. Luego, la labor de las Fuerzas de Seguridad del Estado, si tenían ese papel, consistía en comparar la letra de ese texto con los muchos indubitados que tienen en sus archivos. Indubitado quiere decir que el detenido ha reconocido que ese texto escrito es suyo: en el caso de Jon Kepa, la novia reconoció, sin ningún tipo de rubor, que él le había escrito esa carta de amor.
La forma habitual de lograr un documento indubitado ocurre en el juzgado. «Son pruebas caligráficas en las que suele estar presente el letrado de oficio, tomadas con todos los legalismos, y en las que se levantan actas, que firman», explican los expertos. En el juicio se pide a los acusados que escriban textos con las letras que más utilizan: a los etarras se les dictan párrafos que contengan muchas veces la letra Z o la X, que suelen aparecer en el euskera; o si son terroristas árabes, hay que utilizar las letras que más se emplean en su idioma. En este caso, los peritos que trabajan son tres. Hubo que reaccionar rápido cuando apareció el terrorismo islamista. La Guardia Civil logró que tres expertos peritos se especializaran además en el mundo árabe. Viajaron fuera de España a aprender la lengua e hicieron cursos intensivos. Ahora ya están preparados.
Con esos documentos recogidos oficialmente se ha creado un extenso archivo con grafias indubitadas de terroristas. Puede suceder que no se haya almacenado ningún texto manuscrito de un criminal, «porque no se tiene o porque el etarra no ha querido colaborar. Entonces hay que recurrir a otro tipo de material que admita el juzgado», cuenta la Guardia Civil. Como la carta de Jon Kepa. «Pero no es lo habitual, lo más común es tener un informe más estandarizado».
Disfrazar la letra
Si uno es culpable, tenderá a esconder su letra. «Eso es muy difícil –explica Julio Sáez– . Puedes forzarla, intentar escribir con la otra mano, pero si lo haces de continuo, al final dejas de prestar atención, y saldrá tu letra verdadera. Hay que intentar que el texto sea largo, para que se pueda identificar». La letra de cada persona es diferente y antes o después se escapa un rasgo definitorio, en el espacio entre letras, en la morfología, el tamaño, la anchura o la presión. Son muchos matices para estar atento a todos y más cuando se estudia desde la visión general hasta el detalle del microscopio. «Ellos son conscientes de que un cuerpo de escritura va a comparar su letra. Y aunque en algún caso se ha intentado forzar la letra no es lo habitual».
Si has conseguido engañar con tu escritura una vez, es raro que lo hagas cada vez que coges un bolígrafo. Escribimos demasiado, en demasiados sitios como tener que desfigurar la grafía en cada momento. Y cuando se está atento, la tecnología ya está preparada para pillar: como esa terrorista que arrancó del cuaderno el papel en el que había escrito unas matrículas. Creía que dejaba un cuaderno blanco y limpio.
Se equivocaba: la Guardia Civil fue capaz de encontrar las matrículas escritas en las páginas del cuaderno que no habían sido arrancados. Estaban los surcos, detectables por los microscopios: una vez que escribes, ha comenzado tu captura.
No hay dos firmas iguales
- Parece que los terroristas ya se han dado por vencidos. No son el único trabajo de los grafólogos de la Guardia Civil. Por ellos pasan letras de asesinos, también de suicidas, porque las familias quieren encontrar las causas de su adiós. Y también, claro, falsificadores, que aprenden a firmar como familiares cuando se reparten herencias millonarias. Hay verdaderos artistas, a veces tan escrupulosos, tan buenos, que imitan a la perfección las firmas de otros. Es un error, nadie firma dos veces de igual manera.
- Un caso muy llamativo de otro tipo de trabajo es el de un famoso deportista que murió joven, tras estar ingresado por adicciones. Su familia quiso saber por qué, al final de su vida, había firmado tantos cheques para sacar el dinero del banco. Creían que alguien había imitado su firma para hacerse con su dinero. Los peritos trabajaron en el caso sin saber su identidad (lo hacen a menudo, para no sentirse presionados) y determinaron que no habían suplantado su firma.
- La peritos de la Guardia Civil tiene muchos prestigio, pero se lo ha ganado con su trabajo laborioso. Para ser un bueno perito se necesita un curso de tres meses y después, por lo menos, cinco años de trabajo.
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