Grupos
Las 30 horas más intensas de la base de Cuatro Vientos
Hay perdices en el descampado de la base aérea de Cuatro Vientos. Aunque hace ya dos meses que cien vehículos de gran tamaño entran allí diariamente para preparar los actos centrales de la JMJ, la base es suficientemente grande para que estas pequeñas aves faisánidas aún no se hayan visto muy afectadas. Pero les queda poca tranquilidad: a partir del día 15 se cerrará la zona de la pista civil que aún está en uso y se acelerarán los preparativos, en los que participan unas mil personas.
El día 19 tendrá lugar el ensayo. El sábado 20, a las once de la mañana, empezarán a llegar grupos de peregrinos para ocupar el espacio. El escenario ya descansa bajo una lona y una tonelada de pintura blanca. Parece una pista de «skate», en la que un virtuoso del monopatín pueda ganar impulso y subir al cielo, algo que los madrileños siempre han declarado especialmente factible en su ciudad. Casi 200 metros de largo, 22 de alto, 35 de profundidad y con un árbol metálico de 18 metros: es un estrado que puede acoger a dos mil personas. A su pie, se colocarán 24.000 sillas, para autoridades, invitados, sacerdotes y discapacitados. La muchedumbre enorme de peregrinos (medio millón ya acreditados) se sentará en el suelo, rezará en el suelo, cantará en el suelo y dormirá en el suelo. Durante unas 30 horas, los jóvenes católicos, en su enorme variedad étnica, lingüística, económica y nacional, ocuparán esta explanada. Adiós, perdices. Durante el Éxodo, Dios hacía llover maná y perdices para alimentar a los israelitas en el desierto, pero en Cuatro Vientos la Providencia se encarna en el servicio de manutención, dirigido por Juan Carlos Jaureguízar. «Esto se parece a organizar mil bodas de 400 personas cada una, en un fin de semana», explica. Los jóvenes en Cuatro Vientos recibirán provisiones para tres comidas, incluyendo tres panes para acompañar productos del orgullo patrio, como el chorizo y el salchichón. Nunca el embutido hispánico llegó a tantos «guiris» y tan variados: japoneses, indonesios, indios, congoleños, canadienses... Hay menús especiales para celíacos y vegetarianos. Los días previos, en Madrid y sus alrededores, 1.850 centros habrán admitido sus tickets y talonarios de comida.
Por ahora, las excavadoras recorren la zona para ayudar a enterrar las canalizaciones de agua: habrá 2.000 grifos para combatir la sed y el calor, y 4.000 lavabos. Estas infraestructuras incluyen también la llamada «zona sur», el terreno al que cualquiera puede entrar sin pase de peregrino. Desde allí se ve bien el escenario, y la buena sonoridad está garantizada por 48 torres de sonido. Todo el campo, incluso la zona sur, cuenta con grandes pantallas. Abundan los puntos de asistencia médica del Summa 112: en la JMJ de Sídney fueron atendidos 191 jóvenes (esguinces, asma, calor), pero en Madrid habrá más peregrinos.
La tienda de la Presencia
Cuando los israelitas acampaban en su travesía del desierto, colocaban en el centro la «tienda de la reunión», el lugar santísimo donde habitaba la «shekiná», la presencia de Dios. Cuando Jesús instituye la Eucaristía, esta presencia pasa a estar en la hostia consagrada, y así se hace más encontradiza: en Cuatro Vientos habrá 17 tiendas-capilla, tabernáculos de la presencia, abiertos a la continua adoración eucarística. Después de una semana de intensa actividad, sólo los más heroicos podrán dedicar ratos de la noche del sábado a la adoración, y sin embargo es de esperar que decenas de miles pasen por las capillas. Ésa es la otra contabilidad de la JMJ: las cifras de conversiones, de adoradores, de experiencias místicas en medio de lo prosaico, de vidas transformadas...
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