Artistas
Amigos y bombas
El dedo de Aznar en la llaga de la amistad con Gadafi, esa extravagancia hijo de una madre y un escorpión, tardó en llegarnos seis días. Como si la noticia hubiera venido en barco desde que, el lunes de la semana pasada, se echara al correo en la Universidad de Columbia; es el tiempo feroz de la velocidad, pero para las verdades incómodas todavía estamos en el de las cartas y los buzones. Arrojada tal verdad al reñidero de gallos parlantes de Madrid, puesta en una boca de mortero, el Gobierno ha dado lustre al argumento que nos incluye como cómplices. Por eso, el PSOE ve en las palabras de Aznar una oportunidad para la gresca doméstica. Pero realmente el teletipo de la Columbia sirve más para completar la otra noticia de viaje al centro de nuestros albañales: España, bajo la égida de Zapatero, suministró bombas de racimo al mismo libio y éstas, guardadas en la alacena por años, están siendo sembradas (y allí estarán, como latas de Coca-Cola, hasta que las encuentre un muchacho, un adulto o un anciano y estallen) en estos días de abril en los que los rebeldes tienen que rascar 1.500 euros para comprar un kalashnikov. La resistencia, esa entelequia a la que la OTAN no sabe si dar un plato de rancho o un cursillo, vende el petróleo de los pozos que conquista para comprar más armamento. Un sarcasmo de los Marx, desguazando los vagones del tren para alimentar la locomotora, camino de ninguna parte.
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