Arquitectura
En el hotel más pequeño del mundo no hay hueco ni para la crisis
Tiene capacidad para dos personas, pero a pesar de lo reducido de su tamaño, la lista de espera para poder visitarlo puede demorarse varios meses. A cambio de 240 euros por noche, el hotel Eh'haeusl ofrece alojamiento y desayuno en una casa del siglo XVIII.
Los mini-pisos y los «espacios habitacionales» que se pusieron de moda con la burbuja inmobiliaria a precios desorbitados, no son en absoluto una idea nueva.
Ya en 1728, el propietario de la vivienda donde hoy se encuentra el hotel más pequeño del mundo, en la localidad alemana de Amberg, se dedicaba a realquilar la casa a las parejas que querían casarse y no tenían residencia todavía. Se aprovechaba de la ley que les obligaba a tener una casa y un espacio donde celebrar la boda.
Casi tres siglos después, los 56 metros cuadrados del hotel Eh'haeusl (que significa «casa de bodas») mantienen el aire dieciochesco original en los pocos muebles con los que puede encontrarse –por cuestión de espacio-, el visitante. Las habitaciones están equipadas con televisor de pantalla plana, hilo musical, un sofá, una chimenea y una bañera de hidromasaje.
Poco espacio a un alto coste
El precio de alojamiento para dos personas por día con desayuno es de 240 euros, pero las parejas, sobre todo recién casados, encuentran muchos problemas para encontrar una noche disponible en el calendario.
«A los huéspedes les encanta pasar la noche en una cama que ha tenido tanta historia», dice Marina, la propietaria, que recibe a clientes de todo el mundo. En su función hotelera, Eh'haeusl opera desde 1977, y actualmente incluso es considerado en la categoría de lujo.
«Tenemos una habitación individual, que en realidad es un área alrededor de la casa. Tiene su cuarto de baño con ducha y cama de lujo que ofrece todas las comodidades con las que los clientes puedan soñar», asegura Marina.
La localidad de Amberg, situada a orillas del río Vils se encuentra a unos 130 kilómetros de Múnich. Sus aproximadamente 45.000 habitantes disfrutan de una vida normalmente tranquila entre las huellas de su rico pasado medieval.
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