Cataluña
Borrasca otoñal
Revuelto baja el otoño político. En especial para Zapatero, con varios frentes abiertos. La marea de las primarias, iniciada en Madrid, seguida por Valencia y con brotes en otras federaciones socialistas, revela por vez primera un movimiento interno contra el presidente. La salida de Corbacho es inicio de un cambio de cromos a corto plazo. El aún ministro de Trabajo, con las cifras de paro a sus espaldas, y a quien ZP le obliga a tragarse la huelga general del día 29, retorna a Cataluña con dos misiones: gestionar la sucesión de Montilla, prácticamente amortizado, y tender puentes con CiU, vital para los intereses de La Moncloa. Inmerso en su tradicional frialdad, Zapatero se tomará su tiempo. Pero sabe que su obsesión de agotar la Legislatura conlleva nuevos rostros en el gabinete. Tan solo Pepe Blanco y Alfredo Pérez Rubalcaba son altavoces visibles en todas las salsas. Su protagonismo en los conflictos más enervados, ya sean controladores, Marruecos o Afganistán, les ubican como naipes imprescindibles de la jugada. Otras caras ministeriales, incluso Elena Salgado, dócil ejecutora de las decisiones monclovitas, tienen mermado su margen de maniobra.En el PP, el horizonte electoral es muy positivo. Los resultados autonómicos y municipales parecen halagüeños y Mariano Rajoy se ha instalado en la máxima ignaciana: en tiempos de turbulencias, no hacer mudanzas. La vuelta de Costa y Cobo a su militancia demuestra que el acoso judicial y mediático no le asusta. Cuando la borrasca planea, lo inteligente es esperar.
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