París

Un Gobierno en guerra

A José Luis Rodríguez Zapatero no le duelen prendas a la hora de reconocer a sus allegados lo mucho que ha aprendido en estos siete años de Gobierno. No es para menos. A sus legislaturas no le han faltado ninguno de los ingredientes que encumbran o hunden para siempre a un político: gestión de la masacre del 11-M, del malogrado proceso de paz y de la crisis económica más dura de las últimas décadas.

Seis miembros del Gobierno escuchan a Zapatero durante el debate del martes en el que se aprobó el despligue militar en Libia
Seis miembros del Gobierno escuchan a Zapatero durante el debate del martes en el que se aprobó el despligue militar en Libialarazon

En dos años pasó de negar la recesión a abanderar los mayores recortes sociales adoptados en la historia democrática del país. Ahora, siete años después de la retirada de las tropas españolas de Irak, se ha zambullido sin titubear en la acción militar contra el régimen de Gadafi. «Produce escalofríos todo lo que hemos vivido y cómo ha reaccionado en cada momento José Luis. Pero él es así. Cuando menos te lo esperas coge el toro por los cuernos...». De esta manera tan gráfica, un amigo del presidente explica las razones que le han llevado a meter a España en la guerra de Libia. «No lo dudó en ningún momento».

Decidió personalmente la participación española en esta misión por «responsabilidad internacional». «No se puede pretender que España tenga un papel relevante en el exterior y luego no asumir su cuota de responsabilidad. No se puede pretender estar en el G-20...», enfatiza a este diario uno de sus colaboradores.

El respaldo de la ONU y la implicación de la Liga Árabe ha sido determinante para la participación española. De hecho, Zapatero puso toda la carne en el asador para conseguir que la Liga Árabe se involucrara en Libia. Para eso, ha servido la denostada Alianza de Civilizaciones, aseguran a LA RAZÓN fuentes gubernamentales. Con su visita a Madrid el viernes pasado, el propio secretario general de la ONU quiso reconocer el papel jugado por el mandatario español, quien le ofreció al día siguiente compartir vuelo destino a París, tras sufrir una avería la aeronave de Ban Ki-moon.

En estos momentos, a Zapatero le preocupa el devenir de Libia. El Gobierno provisional libio, encabezado por el ex ministro de Justicia de Gadafi, aún le despierta cierto recelo. Por eso apuesta por un alto el fuego de ambas partes, que propicie la entrada del país en un proceso democrático y desemboque en un nuevo Ejecutivo. Precisamente, «parar una guerra injusta» fue la razón que le movió para decidir que España entrara en la misión militar, sin mirar el proceso electoral en ciernes. Al contrario que en Alemania, donde la proximidad de la cita electoral ha forzado a su Gobierno a inclinar el fiel de la balanza hacia la neutralidad, dicen en el Ejecutivo.

Sin embargo, en el Gabinete de Zapatero no se oculta que este conflicto armado se produce en un momento delicado para los socialistas, a las puertas de las municipales y autonómicas. De hecho, preocupa que un segmento del electorado de la izquierda, que desencantado con IU votó al PSOE en la anterior cita con las urnas, confunda la instantanea de París con la de las Azores, pese a sus «evidentes diferencias», puntualiza a este diario un destacado dirigente gubernamental.

A los socialistas les inquieta que este votante deposite de nuevo su confianza en IU el 22-M. Esta eventual pérdida de electorado coincide con un aciago panorama que dibujan las encuestas. Los sondeos otorgan al PP 16 puntos de ventaja en las generales respecto al PSOE. De ahí que el presidente no encajara con deportividad los ataques de Gaspar Llamazares, al que le une una excelente relación, y que el martes pasado en el Congreso le acusó de cambiar de chaqueta en estas cuestiones.

División interna
Amén de esta inquietud «lógica», la participación de España en Libia fue secundada por todo el Ejecutivo sin ningún tipo de fisuras. Pese a la unanimidad, los miembros del Gobierno mantiene diferencias respecto a esta guerra. Para empezar, miembros del Gabinete Zapatero reconocen, en privado, que se trata de una guerra. Mientras, otros prefieren hablar de conflicto armado. El presidente, por su parte, niega la mayor. «No es una guerra», aseguran en La Moncloa. «Se trata de impedir que se agreda a la población civil indefensa».

Disquisiciones aparte sobre si la misión militar en Libia es o no una guerra, en el seno del Gobierno y del PSOE el fin último de la contienda también levanta sus ampollas. Mientras, la secretaria de Política Internacional del PSOE admite que la «intención política» de la intervención militar es «presionar» a Gadafi para que abandone el liderazgo del país. Para la ministra de Exteriores, «que Gadafi se vaya o no es una decisión que compete al propio pueblo libio» no a la comunidad internacional. Eso sí, todo el Gobierno espera que la guerra sea breve.