Responsabilidad televisiva por Leopoldo Abad Alcalá

¿Son estas reacciones un síntoma incipiente del agotamiento de un modelo televisivo? No parecen indicarlo los índices de audiencia. Pero si los propios espectadores no son capaces de renunciar a un tipo de emisión de dudosa calidad e indiscutible inmoralidad, es necesario que nos planteemos hasta dónde debe llegar la responsabilidad de un medio de comunicación tan influyente y peculiar como es la televisión. Su actividad se encuentra amparada por el artículo 20 de la Constitución, que protege las libertades comunicativas, pero el ejercicio de éstas está sometido –como el resto de derechos– a una serie de responsabilidades que pueden y deben exigirse legal y éticamente. El grado de descaro es tal, que encontramos a algunos de los presentadores de estos programas deplorando en anuncios de la propia cadena la violencia contra la mujer (recogidos oportunamente, eso sí, en el Informe de Responsabilidad Corporativa de la cadena).

No quedan fuera de esta exigencia de responsabilidad los poderes públicos, quienes contemplan pasivamente cómo se violan los preceptos contenidos en la Ley General Audiovisual de forma reiterada y flagrante, permitiendo, por ejemplo, emisiones de dudoso contenido en horario de protección infantil. Quizá ha llegado el momento de que reflexionemos socialmente sobre un modelo de programación que exalta los aspectos más sórdidos de la condición humana. Esta reflexión debe estar ligada a otra de mayor calado, la necesidad de un modelo educativo digno, coherente y sensato, pues el espectador sólo refleja en sus gustos el modelo social en el que se inserta. Pero ése es otro debate…

Leopoldo Abad Alcalá
Profesor de la Facultad de Humanidades y Ciencias
de la Comunicación Universidad CEU San Pablo