Murcia

Enrique Nieto por Pedro Alberto Cruz Sánchez

La Razón
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Se lo dije el pasado 11 de octubre, durante el transcurso de la inauguración de la antológica de su obra que acoge el MUBAM: «cada uno de los paisajes que pintas es un aforismo». Y no hago sino reafirmarme en esa idea. Enrique Nieto es un pintor que ha sabido llegar a su madurez expresando estrictamente lo justo. Es más, esa «justicia» que se puede apreciar en cada una de sus obras se escinde en dos sentidos a la postre totalmente complementarios: de un lado, el gesto siempre certero del que ya no busca, sino encuentra –recordando una celebérrima máxima picassiana; y, de otro, la consumación de un prolongado vínculo con la naturaleza, por medio de la transformación de un punto de vista cualquiera en la expresión de su integridad.

La satisfacción que el propio autor sentía al contemplar una panorámica tan representativa de más de casi cinco décadas de trabajo no casual ni producto de la inmodestia. En cierta manera, lo que atraviesa todo el recorrido es un sentimiento de redención hacia cuanto significa arte: allí «sólo» hay pintura, en lo que supone la delimitación de un contexto de honestidad ciertamente inusual en los tiempos que corren. Yo siempre soy de todos aquellos individuos que, en contra de todos y de todo, empeñan su vida en una tarea específica en la que creen y por la que viven. Yo soy, por tanto, de Enrique Nieto, sin ambages ni medias tintas. Su pintura constituye un viaje sin restricciones hacia una lógica particular que la actitud comprometida ha tornado en ley universal. Lo que más conmueve de sus cuadros es que uno abandona la sala de exposiciones con la certeza de que los ángeles, las maternidades, los paisajes son inequívocamente del modo que allí aparecían representados. Es la maestría del gran prestidigitador: al final acabas aceptando como objetividad inamovible y común algo que es sumamente íntimo, inintercambiable, construido.

Y, a decir verdad, la sospecha con la que el espectador se marcha tras la contemplación de este conjunto de obras es que este tipo habría podido hacer lo que hubiera querido, puesto que alguien que convierte una experiencia apasionada en un aserción aforística es que conoce todos los secretos fundamentales. Los que creían conocer bien la obra de Enrique Nieto van a quedar sorprendidos ante la visualización de un relato sin fisuras, completamente coherente desde el principio hasta el final.

 

Pedro Alberto Cruz Sánchez
Consejero de Cultura y Turismo