Conciliación

Avalancha solidaria

En lo que va de año, el número de madrileños que contribuyen en alguna ONG ha aumentado un 20%. Actos benéficos, bancos solidarios y comedores han logrado batir récords de recaudación en apenas unas horas

Avalancha solidaria
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Madrid- Daniel, Sara, Sandra... Si alguna cosa positiva puede sacarse de la crisis, es la solidaridad que ha despertado en gran parte de la sociedad y que ha provocado auténticas avalanchas de ayuda en las últimas semanas. Como el caso de Sandra, una niña de Móstoles que necesitaba 50.000 euros para una operación en Boston y que logró recaudar en apenas cinco horas. Igualmente, la colaboración ciudadana pudo percibirse en el caso de Daniel Vidrascu, el niño rumano que murió hace dos semanas en Vicálvaro y para cuya repatriación ahora su familia pide ayuda. A través de internet se ha desplegado una red de colaboración para conseguir el dinero y poder dejar que sus restos descansen en su país de origen. Mañana mismo en Torrejón otra niña de cuatro años con autismo, Sara, será la protagonista de un acto benéfico en el que se recaudará tres euros por cada entrada a un partido de fútbol en la Ciudad Deportiva Joaquín Blume que irán directamente destinados a pagar su tratamiento.

En la primera mitad de año, la Plataforma del Voluntariado de España detectó un incremento de un 20 por ciento en el número de interesados en cooperación. Cuando el dinero escasea todo es más difícil, pero se pueden seguir haciendo cosas y ejemplo de ello son las campañas y organizaciones dirigidas a proporcionar servicios que mucha gente que no dispone. Elena Alonso, trabajadora del banco solidario que ha creado la ONG Mensajeros por la Paz, aseguró que «Hay mucha concienciación, hasta el punto de que hemos llegado a tener más donaciones que peticiones». Esta red de ayuda funciona como una «cadena de favores», donde cada uno aporta lo que puede y donde nadie que reciba ayuda está obligado a otorgarla, ni viceversa. «Tuvimos un caso en el que se reclamaba ayuda para realizar la declaración de la renta porque la persona en cuestión no sabía y si no la entregaba a tiempo no podía cobrar una prestación. También alimentos, ropa, libros».

Todas estas historias albergan dramas tremendos, como la vergüenza que mucha gente siente a la hora de reclamar ayuda. «Muchos no quieren que se entere la familia. Los hay que han llegado a sacar a padres o abuelos de las residencias para poder vivir todos con su pensión». En este sentido, Lucía Antolín, encargada del Área de Intervención Familiar de Alto Riesgo de la ONG, incidió en que «la ayuda va del pobre al pobre, que es quien mejor conmprende la situación que se vive», añadió.

En tiempos de bonanza económica estas organizaciones disponían de subvenciones, pero esto ha cambiado. «Ahora mismo sobrevivimos gracias a las personas. Si no nos ayudamos, no salimos», subrayó Elena Alonso. Sin embargo, no siempre las aportaciones son suficientes. En el caso de Lucía, la falta de ayudas públicas pueden precipitar al vacío sus proyectos. «Estamos trabajando con familias en situación límite. A final de año se nos acaban las ayudas y se quedarán en la calle. Lo alucinante es que son los propios necesitados quienes ofrecen su ayuda para mantener esto a flote».