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El Cairo

Doce muertos en el ataque a una iglesia en El Cairo

La violencia sectaria vuelve a amenazar al nuevo Egipto, que trata de lidiar ahora con todos los elementos que habían quedado silenciados y ocultos en el país bajo la dictadura de Hosni Mubarak en las últimas tres décadas. Los islamistas habían sido de los más reprimidos por el régimen y ahora, tras la caída de Mubarak, se han vuelto más fuertes que nunca, con la intención de hacerse con ese hueco que les fue negado en la vida pública de Egipto.

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Los salafíes están explotando la incertidumbre y los vacíos de poder de la postrevolución y manipulando a los sectores de la población más vulnerables. Esto fue lo que ocurrió este fin de semana en El Cairo, en el paupérrimo barrio de Imbaba, donde el sábado por la noche se registró un nuevo episodio de violencia entre musulmanes y cristianos, que se saldó con al menos 12 muertos y más de 200 heridos.

Las versiones sobre lo que ocurrió en esta zona donde residen muchos coptos –minoría religiosa que representa a más del 10% de la población egipcia– son contradictorias, aunque todas coinciden en que los enfrentamientos fueron provocados por los rumores de que una mujer musulmana estaba siendo retenida contra su voluntad en una iglesia, la misma donde estallaron los primeros choques que degeneraron en el incendio de una segunda iglesia y en una auténtica batalla campal en Imbaba (al noreste de El Cairo). En esa localidad, grupos de supuestos salfíes y coptos se enfrentaron usando rocas, piedras y todo tipo de armas.

La mayoría de los medios locales egipcios hablan de francotiradores de los dos bandos, apostados en las iglesias y otros edificios, lo cual indicaría que la violencia fue organizada y premeditada. Los antidisturbios y el Ejército consiguieron detener el baño de sangre y se desplegaron posteriormente en toda la zona, donde hubo nuevos incidentes. La tensión se mantuvo elevada durante todo el día de ayer, también en otras zonas de la capital egipcia, donde hubo manifestaciones a favor de la unidad entre los cristianos y musulmanes de Egipto, y en contra de los extremistas, pero también pidiendo responsabilidades al Ejército, que gobierna el país desde la caída del régimen de Mubarak.

Los egipcios culpan al Ejército de no saber gestionar la creciente tensión sectaria, que ya ha estallado en varias ocasiones desde el triunfo de la revolución, a la que los cristianos se sumaron soñando en un futuro mejor y en un Egipto más igualitario y libre. El Ejército anunció ayer que tomaría medidas muy duras contra los responsables de la violencia, tras haber detenido a unas 200 personas, que se enfrentarán a un tribunal militar.

Asimismo, el Gobierno prometió que no permitirá que los «criminales» amenacen la unidad y seguridad del país, donde la violencia sectaria es un problema estructural que nunca se ha resuelto del todo. Las disputas por las conversiones y los matrimonios mixtos son comunes, como el ya conocido y polémico caso de Camila Shehata, esposa de un pastor cristiano, que supuestamente fue secuestrada por la Iglesia copta para evitar que se convirtiera al islam, algo que ésta habría querido hacer en un intento de romper su matrimonio, que se sospecha infeliz y plagado de malos tratos (los coptos tienen prohibido divorciarse, mientras que los musulmanes sí pueden hacerlo y una mujer cristiana puede casarse con un musulmán). Los islamistas ya habían protestado en numerosas ocasiones pidiendo la liberación de Shehata y hasta la organización terrorista Al Qaida había amenazado a los cristianos de Egipto por mantener supuestamente retenida a la joven mujer de 26 años.