Actualidad
Tenemos un problema por José Antonio Vera
Es verdad, con las autonomías tenemos un problema. No menor, por cierto. Es desolador comprobar cómo el grueso de la desviación del déficit en 2011, nada menos que 15.000 millones de euros, corresponde a las administraciones regionales. Nuestras comunidades se han convertido en un monstruo de difícil control, que devora cuanto atrapa, y que está siendo escenario de escándalos de corrupción que sonrojan a cualquiera, como es el caso de los ERE y la cocaína en Andalucía, el Palma Arena balear, la Gürtell valenciana o el tres por ciento catalán. Las autonomías han duplicado órganos, creado cargos innecesarios, disparado la flota de coches oficiales, multiplicado las empresas públicas, radios y televisiones, subvenciones y subsidios, el gasto en general.
Hubo una época en que estar en contra de las autonomías equivalía a ser antidemócrata o fascista. Hoy, la mayoría de los ciudadanos es consciente de que el modelo regional, tal y como ha sido concebido, nos lleva a la ruina. El principal error fue el café para todos. En el año 77 sólo había reivindicación autonómica en Cataluña y el País Vasco. A esas dos comunidades se debió ceñir la descentralización política, lo que hubiera evitado a la larga la espiral soberanista en ambos territorios. En el resto del Estado habría bastado con una descentralización administrativa efectiva a través de Diputaciones y Ayuntamientos, evitando crear nuevos órganos, nuevos gobiernos, nuevos parlamentos regionales, tribunales de cuentas, defensores del pueblo, consejos de televisión, etcétera. Hoy ya no es posible dar marcha atrás, pero sí corregir el sistema. Debemos hacerlo. La revisión presupuestaria y las sanciones propuestas por Montoro son fundamentales, aunque no suficientes. Ahora que el Partido Popular controla la mayoría de los ejecutivos periféricos, es el momento. Hay que actuar a fondo sobre un modelo que resulta ingobernable y ruinoso.
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