Internacional

Rehenes cubanos

La Razón
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En Cuba no hay ciudadanos libres e iguales, sino súbditos del Partido Comunista y rehenes de la dictadura. Cada cierto tiempo, la policía política saca sus sabuesos de paseo y nutre las ergástulas del castrismo con nuevos opositores, que los atrapa a lazo como si tuvieran la rabia. Desde que subió la cotización del kilo de disidente en el mercado europeo de las buenas acciones, el régimen dedica al negocio a sus tiburones más agresivos. Hay que tener llena la despensa carcelaria para negociar con comodidad, con abundante moneda de cambio. La diplomacia internacional se ha puesto muy exigente y ha encarecido mucho sus favores. De hecho, pese a los denodados esfuerzos del Gobierno español, Bruselas se ha negado a cambiar su severa política hacia La Habana. Los Castro están obligados a hacer un fuerte desembolso para ganarse a la UE. ¿Qué tal una veintena de presos políticos, con acrisolado currículo democrático e impecable hoja de presidiarios, que incluye torturas, vejaciones, enfermedades, celdas de castigo y desnutrición? Este tipo de mercancía tiene muy buena salida y siempre hay almas caritativas dispuestas a comprarla con gratitud añadida hacia el tratante. Ahí está el ministro Moratinos, una buena persona, sin duda, con gran corazón y de nobles intenciones, que acaba de cerrar una operación de alto montante: la deportación a España de una veintena de disidentes. Aún no se conoce el precio o la contraprestación que recibirán los Castro por este nuevo cargamento, pero se conocerá tarde o temprano. Es verdad que la vida y la libertad de una persona no tienen precio, de ahí que gentes con tan buen corazón como Moratinos se hayan alborozado por la deportación a España de un puñado de cubanos. Pero la satisfacción que todos podamos sentir por la liberación de admirables luchadores democráticos no oculta la indignidad que subyace a la operación mercantil. Y, menos aún, le lava la cara al tiranosaurio Fidel, como está haciendo buena parte de la izquierda estos días, que celebra el rescate como muestra de su magnanimidad, cuando en realidad actúa de modo parecido a las FARC o a ETA al utilizar a las personas como simple mercancía, como rehenes con los que negociar una ventajosa transacción. El bueno de Moratinos, sin embargo, debería saber por experiencia propia que la libertad no se compra ni se suplica: se conquista con coraje, sacrificio y fe. Sin especulaciones mercantiles. Y conviene no olvidar que todavía quedan 160 presos políticos en las mazmorras del castrismo.