Hospitales
Las llaves del corazón
No soy una experta ni en llaves ni en corazones, pero ando muchos años ya experimentando con este asunto. Porque un día descubrí que el único camino que merece la pena recorrer en la vida es el del amor. El de aprender a amar. No sé otros, pero yo no nací con ese talento. Tal vez mis raíces amatorias estaban dañadas desde ancestrales úteros, o tal vez mi infancia triste marcó a fuego mi después vital. El caso es que he pasado mucho, mucho tiempo, creyendo que la culpa de todos mis males estaba fuera. Que mi infelicidad estaba en los otros, en los que no habían sabido amarme. El día que me di cuenta de que era yo la que me sentía incapaz de amar, di el primer paso para encontrar la llave. Mi duro corazón transitó por búsquedas diversas. Hice terapias, ejercicios espirituales, tomé yerbas sanadoras y me llené del barro de la humildad. Era complicadísimo, vislumbraba luces, pero las sombras del desamor acababan siempre cerrándome el camino. El segundo paso, no recuerdo cómo llegó, pero me procuró una clave esencial. Todo está adentro, soy yo y sólo yo la que provoca amores o desvaríos, tormentas o soles. En mi interior está el amanecer. Teniendo ya en mi mano esa llave comencé a probarla en los corazones de los otros. Y, aunque todavía apenas sé nada, voy acercándome un poco. Un poco. Sé de compasión, eso me apacigua. Sé de no juzgar, eso me libera. Sé de escuchar, eso me alivia; sé de aceptar, y voy aceptándome. Así probando en tantos otros quizá encuentre la llave de mi propio corazón. La llave maestra de la única y efímera felicidad posible.
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