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Air Hot Chip Plastikman y LCD Soundsystem colapsan el Sonar

Los aficionados están respondiendo a la llamada del Sónar como lo demuestran las cifras dadas ayer por la organización: 84.070 personas, 10.000 más que el pasado año.

Brian Ferry en el Sonar/Efe
Brian Ferry en el Sonar/Efelarazon

El público del Sónar del viernes noche podría haber invadido Cartago o Esparta o el Peloponeso, tanto daba, era un ejército numeroso de hombres y mujeres valerosos que querían bailar y tenían que hacerlo muy juntitos, porque no había más sitio. Tenían que luchar para poder llegar al siguiente concierto y lo lograban. Todos a una.

La reducción de un escenario hizo que se pudiese repartir menos la avalancha de gente que había y dificultó mucho la circulación en el enorme espacio del recinto ferial. ¡Y el anuncio era que el sábado habían agotado entradas! El primero en abrir fuego fue Air y su música «cool» para casas encantadas. Relajó a la audiencia, la puso tierna, como un masaje, y con la traca final de «Nelly match the Stara» y «Sexy boy» animó lo justo para querer más y correr a Hot Chip. Después de luchar por meterse en el tumulto, su concierto los certificó como la banda más extraña y maravillosa del pop electrónico. Son feos, son viejos, son gordos, tienen pinta de conocer mejor a Jabba the Hut que a las mujeres, pero hacen música de baile capaz de hipnotizar y controlar a voluntad a las masas. No fueron menos LCD Soundsystem. Empezaron algo renqueantes, pero el «in crescendo» fue tal, que cuando James Murphy empezó a gritar su célebre «Yeah yeah yeah yeah ye ye ye yeah», pues la gente no podía decir otra cosa que sí, sí, sí, sí, me casaré contigo, James Murphy.

Su punk funk no ha perdido garra todavía. Algo más frío, pero igual de contundente fue Richie Hawtin, esta vez como Plastikman. Con una espectacular pantalla de leds detrás, regresamos al inicio de los 90, cuando el techno parecía que salvaría la vida a todos. No salvó la vida a nadie, pero la hizo más intensa.Aunque lo mejor, lo más inaudito, fueron las capas tétricas de misterio y miseria de Flying Lotus. Atmósferas tensas, tensión sonora, por donde de pronto se colaba la melodía y te desarmaba por completo. Ganó, en un duelo fraticida, a Joy Orbison, la nueva promesa británica. Y para acabar, verbena con Sugar Hill Gang. El Sónar también se subió a los cielos con actuaciones en el avión especial de Vueling que transportó parte de los artistas a La Coruña donde el festival también se celebra este año.