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Costa Rica: sin rastro de aditivos artificiales
Bañada por el Caribe y por el Pacífico, Costa Rica es la médula espinal de Centroamérica y el mejor ejemplo de la diversidad que por allí reina. La variedad de paisajes y microclimas que se pueden disfrutar en un mismo día hace de este país un destino imprescindible para los ojos curiosos de cualquier viajero. La receta mágica toma como base 51.000 kilómetros cuadrados que, aunque pueden sonar a poco, están salpicados de una materia prima sin colorantes ni conservantes, perfecta para satisfacer las expectativas de los más exigentes, como sol, playa, aventura, cultura... y naturaleza, mucha naturaleza. Porque en cuanto a fauna y flora exótica pocos destinos ganan en variedad a Costa Rica, ya que lo que le falta en tamaño, el país lo compensa en exuberante biodiversidad. No en vano, aquí se esconden algunas de las especies animales más emblemáticas del planeta, como el guacamayo escarlata o el mono araña en las copas de los árboles y el jaguar y el tapir en el suelo de la selva.
Si el viajero es activo y dinámico, talante casi imprescindible en un destino como éste, el aburrimiento no está permitido. En un solo día uno puede admirar la salida del sol en el Caribe y la puesta en el Pacífico, o pasar la mañana haciendo senderismo por los bosques nubosos de las tierras altas, darse un baño en alguna cascada y por la tarde relajarse tomando una taza de café en una plantación de cultivo ecológico o viendo desovar a las tortugas en el Parque Nacional Tortuguero.
Además de volcanes y bellas playas, aquí no faltan los museos, la diversión nocturna, los buenos restaurantes y las compras. Todo ello se concentra en San José, la capital, una bulliciosa ciudad que, a pesar de no ser tan bonita como cabría esperar por su pasado colonial, es el rincón idóneo para entremezclarse con los «ticos», como son conocidos los costarricenses, gente amable y risueña, sin prisas ni estrés.
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