San Sebastián

Y Morante toreó

San Sebastián. Segunda de feria. Se lidiaron toros de Núñez del Cuvillo, desiguales de presentación; deslucido el 1º, más manejable por el izquierdo pero sin final; el 2º, noble y con las fuerzas justas; el 3º, de buen son y a menos; el 4º, noble, de buena clase, punto tardo; el 5º, noble y repetidor; el 6º, movilidad con muchos problemas, suelta mucho la cara. Media entrada.Morante de la Puebla, de verde oliva y oro, pinchazo, estocada trasera y caída (saludos); estocada corta (dos orejas).El Juli, de pizarra y oro, estocada punto trasera (oreja); estocada baja (dos orejas).Alejandro Talavante, de caña y oro, estocada, caída (saludos); media, aviso, dos descabellos (saludos).

Y Morante toreó
Y Morante toreólarazon

Fue. Ocurrió. Nos inundó entonces. Sorprendente entre la nada y el todo. Como se mueve Morante. Morante de la Puebla, de verde oliva y oro o de verde esperanza.

Morante. A secas. Una trinchera en el prólogo de muleta al cuarto era anunciadora. Pero tantas veces quisimos ver y no fue... Tardamos poco en desperezarnos de presagios y comenzar a disfrutar. Mágica puesta en escena. Sorprendente. Siempre atónitos. Expectantes en una labor que fue a más. Y a más todavía. Noble toro de Cuvillo, punto tardo. Se encajó pronto Morante por la derecha y como se queda tan de verdad, a nada que el toro acorte el viaje le cuesta salirse un mundo. En esa profundidad de concepto se hunden las raíces del toreo. El que vibra porque se agarra a la boca del estómago. Se jaleó Morante, le vimos creer, alegre en los naturales, inspirado, suerte la nuestra, una tanda y otra más. Forzándose, rompiéndose con el toro... Era aquí y ahora. Y allí y en ese momento fue. Obra imperfecta que en un suspiro se vuelve sublime. Remates garbosos, con sabor y pases, los últimos antes de preparar al toro para la muerte, con tanta torería que arrancaron ovación. Lo merecían. Torero. Se aseguró la estocada. Buscada. Una corta y bella muerte del animal poco tiempo después. Ya estaba hecho. Lo seguimos degustando tiempo después. Tal vez mañana o al otro. Yo estuve allí. ¿Quién sabe?

El Juli salió en el quinto como si se le fuera la vida. En plan novillero. A cero la cuenta corriente e intacta la ambición. Enterró medio capote sobre la arena en las verónicas de recibo. Su manera de decir aquí estoy yo. Quite por chicuelinas: bonitas, ceñidas. Y faena de muleta inquebrantable. Cosió la movilidad del toro que quiso repetir en la muleta, le borró el defecto de derrotar al final del viaje a fuerza de temple y cuando estaba el trasteo hecho se inmoló a milímetros de los pitones. La ecuación era imposible de resolver. Circulares sin ceder sitio. Su terreno; el toro ya lo había perdido. Con la espada de matar se acercó tanto al Cuvillo que las manoletinas fueron de infarto. Juli forzó la máquina. No se quería ir de pie. Y menos después de la obra de Morante.
La faena a su primero, tan noble como inválido, tuvo temple exquisito y mimo para sacar todo lo bueno del animal.

El sexto sacó movilidad, pero envenenada. Soltaba la cara el toro en el viaje. Tanto que a Talavante le costó una cogida, al parecer sin consecuencias. Talavante quiso. Se fajó. Puso los muslos aunque la espada disolviera lo hecho. Se notaba que en juego estaba el amor propio. Cosas buenas tuvo el tercero que se apagó pronto. Entre tanto dejó Talavante naturales intesos y el de La Puebla en su primero apenas esbozó lo que vino después. Y Morante toreó y a El Juli y Talavante les hervía la sangre. Así la Fiesta es inmensa.