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Licencia para copiar por Sabino Méndez
Tengo observado que, para la coreográfica idea que tienen algunos sobre la violencia, una pescadilla mojada sería probablemente su mejor arma de defensa personal. La violencia no es como se la imaginan esos serafines, sino que es sucia, patizamba y, encima, siempre falla el primer golpe. Me corrobora una vez más dicha intuición la sentencia de un juez en la que absuelve de cualquier responsabilidad a un programador que se dedicaba alegremente a colocar en la red herramientas que permitían la copia ilegal.
El juez parece usar el habitual y primario razonamiento de que un cuchillo puede servir tanto para matar como para cortar el pan y que, sólo por eso, no podemos culpar al fabricante de cuchillos. Más allá de ese tipo de pensamiento rudimentario y primitivista, podemos objetar que las armas también servían tanto para alimentar a la familia con la caza como para asesinar; pero no por ello dejamos de exigir al Estado que controlara férreamente con registros a sus fabricantes y vendedores.
Copiar es malo y eso ya nos lo enseñaron en el colegio. Es una forma de ejercer violencia intelectual. Ya en el medieval debate de los padres de la Iglesia sobre los copistas de los monasterios, se recoge cómo sólo podía copiar quién estaba autorizado. En nuestro caso actual, el juez quiere olvidar voluntariamente la doble vertiente de programador y empresario que ostentaba el sentenciado. Se habla muchas veces de censurar la violencia verbal. No me parece mal, pero yo creo que primero hay que censurar la venta libre de armas. Antes de correr hay que aprender a andar. Armas debería haber muy pocas y tenerlas el Estado para garantizar la Ley y el orden democrático. Yo creo que esta reflexión sirve también para el P2P, Internet y todas esas zarandajas.
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