Podemos
La bella cartomántica por César Vidal
Entre las variopintas amistades que adornan mi existencia cotidiana se encuentra una bella cartomántica, de cabellos rojizos y ojos azules. La veo muy de tarde en tarde, en parte, porque siento una profunda repulsión espiritual hacia las mancias y, en parte, porque, en su día, me resistí a enseñarle cábala y creo que eso nos distanció. Podrá parecer pueril, pero es que yo estoy convencido de que no se puede mostrar a nadie ni siquiera los rudimentos cabalísticos si no sabe hebreo. Pero vayamos al grano. De vez en cuando, y a pesar de lo apuntado, nos vemos y en la última ocasión, hace algo más de un año, la bella cartomántica me anunció que, en torno al 15 de mayo, iba a producirse una explosión de conciencia universal. Un tanto sorprendido por lo que acababa de escuchar, le pregunté por las razones de su afirmación. La bella cartomántica se remitió a las redes sociales. Según me dijo, bastaba echarles un vistazo para percatarse de que todo estaba a punto para esa sacudida de supra-consciencia. Cuando nos despedimos, en mi interior, malicioso por naturaleza, ya había anidado la sospecha de que el zapaterismo en retirada nos estaba preparando alguna sorpresa en la que iban a caer hasta los que creen que los ovnis van a venir a salvarnos. No me equivoqué. Cuando, finalmente, los mecanismos –nada espontáneos, por cierto– que habían planeado el 15 de mayo se pusieron en funcionamiento, allí estaban todos. En primer lugar, ocultos en la sombra, sus organizadores, una extrema izquierda que iba de los aledaños de Batasuna-ETA a las inmediaciones del PSOE pasando por IU y los admiradores de Chávez y Castro. Luego, los que esperaban la revelación de inteligencias cósmicas que cambiaran la suerte del planeta como aquella mujer que, en las cercanías del Congreso y enfrentada con los policías dispuestos a impedir el asalto, insistía en que se equivocaban los que afirmaban que el 15-M era un movimiento político porque se limitaban a esperar la revelación de seres de otros mundos. Finalmente – y éstos fueron los más ingenuos y los más simples– los que creyeron que la protesta era noble y espontánea y que iban de chavales de parroquias a jubilados pasando por parados y periodistas de derechas. Ya en sus inicios, el perro fue engordado por la manipulación mediática y el interés de un ZP que se ponía enfermo de pensar en una victoria electoral de la derecha. Luego llegó el veredicto de las urnas y el extremismo del 15-M no se tradujo en nada. Ahora son los restos de una vomitona con no pocos antecedentes penales y sectarismos totalitarios. Lo que nunca fue, no pudo ser y ahora no es. Como diría Esperanza Aguirre, «ni para la elección de un concejal». Mira que me lo vi venir aquella noche con la bella cartomántica.
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