Barcelona
Terradellas recuperado
Festival Mozart«Sesostri, re d'Egitto», de Domènec Terradellas. Real Compañía de Ópera de Cámara de Barcelona. Director: Juan Bautista Otero. La Coruña, Teatro Colón, 29-V-2011.
Domènec Terradellas fue el compositor catalán más prestigioso del siglo XVIII. Nacido en Barcelona en 1713, a los 19 años se trasladó a Nápoles (donde fue alumno, principalmente, de Francesco Durante) y en 1751 murió en Roma, con sólo 38 años, al parecer, asesinado en extrañas circunstancias, posiblemente a causa de un celoso rival, tras el éxito de su ópera «Sesostri, re d'Egitto», que ha presentado el Festival Mozart coincidiendo con la primera grabación mundial de la obra por los mismos intérpretes, la Real Compañía de Ópera de Cámara, que dirige con un entusiasmo contagioso Juan Bautista Otero, y un plantel de solistas casi similar.
Partitura que cautiva
Con libreto de Apostolo Zeno, uno de los «popes» de su tiempo, la historia gira en torno al mítico rey egipcio (que algunos asocian con el dios Osiris) que, según la leyenda, expandió las fronteras de su imperio hasta llegar a Europa. Aquí asistimos a la recuperación del trono de su padre asesinado y la destitución del usurpador. Pero lo que tenemos es, ante todo, una partitura de efecto inmediato, que cautiva al oyente desde los primeros compases de la obertura hasta el triunfante coro final. Los personajes, nada estereotipados, están muy bien caracterizados en su diferente vocalidad. Así, la soprano coreana Sunhae Im en el papel titular del joven rey que ya es consciente de su autoridad; la soprano argentina Verónica Cangemi en su madre, poseída por el deseo de venganza; el tenor estadounidense Kenneth Tarver como el feroz tirano; o la soprano noruega como la joven enamorada, el «bombón» de la ópera. Completando con mucho acierto el elenco el tenor inglés Ed Lyon como un sátrapa conspirador y la soprano italiana Raffaella Milanesi que interpreta a su confidente.
Juan Bautista Otero dirigió esta arrebatadora música con seducción y espíritu teatral, descubriéndonos a uno de nuestros mejores autores barrocos, capaz de codearse con Haendel o Gluck, pero que, por desgracia, acabó demasiado prematuramente, tragado por las aguas del Tíber.
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