Redefinir el mercado

La feria de arte contemporáneo ARCO inaugura hoy una nueva edición con una interrogante de calado en el ambiente: ¿cuál es el mercado del arte español? Formulado en otros términos: en un momento en que la política de compras de las instituciones españolas ha desaparecido sin dejar vestigio alguno sobre la moqueta de IFEMA, y teniendo en cuenta la absoluta dependencia que el sector galerístico autóctono ha tenido de tales partidas para generar su musculatura empresarial, ¿quién suple este vacío? Desde la dirección de ARCO se asegura que la apuesta que está realizando la feria por aumentar la presencia de coleccionistas internacionales va dirigida precisamente a compensar el déficit de compras en el mercado interior y posibilitar así una transformación estratégica de la estructura económica del sector. No hay duda de que cualquier solución que se ofrezca pasa por aquí. ¿El problema? Que nos tropezamos nuevamente de bruces con la idea de la internacionalización de la cultura española; y, en este punto, la crisis ha pillado en cueros al ámbito del arte contemporáneo.
Por magníficos que sean los resultados de las galerías españolas en ARCO, este evento no se va a bastar para solucionar un problema que es grave, profundo, y con origen en varias décadas atrás. La política de internacionalización del arte contemporáneo español ha sido desastrosa. Los más de treinta años de democracia sólo han servido para fortalecer una dependencia interior que, irremediablemente, se ha traducido en un estado de fatal acomodamiento. Y, claro está, cuando, de repente, la necesidad apremia, ¿cómo y qué hacer para diseñar un plan alternativo real en un tiempo récord que permita a las empresas del sector bascular el centro de gravedad de su negocio hacia el coleccionismo internacional? Sólo una apreciación: con promoción y viajes no basta. Hace falta –como indicador explícito de un cambio de verdad– una apuesta decidida por la competitividad; y ésta necesariamente ha de venir dada por una transformación de la mentalidad empresarial y, sobre todo, por el destierro de una arcaica conciencia de exclusividad que ha impedido pactar alianzas con otros sectores y plataformas de comercialización. Casi nada el reto.