ETA

«El fin del terrorismo llegará cuando encarcelen a todas esas alimañas»

La fuerte explosión retumbó en su pecho y le destrozó el corazón. Creció en su interior un horrible presentimiento: acababa de despedirse de su marido, el policía nacional Eduardo Puelles, por última vez. La bomba instalada en los bajos del vehículo del inspector jefe de la lucha contra ETA en Bilbao convirtió a Paqui Hernández en la viuda de una nueva víctima del terrorismo, el 19 de junio de 2009

Paqui Hernández, en el lugar donde asesinaron a su marido, el inspector jefe de la lucha contra ETA
Paqui Hernández, en el lugar donde asesinaron a su marido, el inspector jefe de la lucha contra ETAlarazon

Ayer, más de veinte meses después del brutal atentado, Paqui despertó con la noticia de la detención de un «comando legal» de ETA que operaba en Vizcaya y al que se relaciona con el asesinato de Puelles. «Sólo cabe la cautela dado que aún no me han confirmado la vinculación, pero el arresto me produce una gran alegría porque se sigue metiendo en la cárcel a estas alimañas», explica a LA RAZÓN. Un cometido al que contribuyó su marido al facilitar más de 70 detenciones de etarras. Para Paqui el camino de la lucha policial es el único para acabar con el terrorismo. En estos tiempos en los que se apunta a la recta final de la violencia de ETA, asegura contundente que sólo llegará cuando las Fuerzas y Cuerpos de Seguridad del Estado encarcelen «a todas estas alimañas».

Ante esa máxima socialista de que la política puede ayudar a la paz, sentencia: «Todavía estamos esperando. Hay que detenerles a todos y hacer justicia con los muertos». Paqui, que sorprendió con un potente discurso espontáneo al final de la marcha que recorrió las calles de Bilbao al día siguiente del asesinato de su marido, aborda la tregua de ETA y la presentación de Sortu sin medias tintas. Sobre el alto el fuego permanente de ETA se pregunta para qué se almacena semejante arsenal como el que ha incautado la Policía al «comando legal» de Vizcaya si no es para matar. «Esta es otra tregua trampa e interesada, no me la puedo creer», asevera. Tampoco es capaz de encontrar un ápice de optimismo o credibilidad respecto a la nueva marca de Batasuna. «Los de Sortu no se alegran de esta última detención porque son los suyos. Ahora han cambiado el discurso porque les interesa, pero es la misma gente y tiene la misma vinculación», afirma. Además, se muestra muy crítica con quienes, como el PNV, piden la legalización de Sortu. Considera que al partido de Urkullu «también le mueve el interés, el de gobernar con la izquierda abertzale para recuperar la poltrona que ocuparon durante 30 años». Sin embargo, Paqui no discrepa del discurso del lendakari Patxi López de que serán los jueces los que decidan si Sortu puede concurrir a los comicios de mayo. Si bien confía en que «no cuele». Y advierte: «Son los mismos que hace 20 meses, cuando asesinaron a mi marido, no han cambiado. Defienden a ETA. Les interesa volver a los ayuntamientos para mangonear el dinero público y tener información de todo el mundo. ¡Queremos dejar de vivir con miedo!» También se muestra esperanzada con que el Gobierno «esta vez no se deje manipular». Aún no sabe si acudirá el próximo 9 de abril a la manifestación convocada por las víctimas porque no sabe cómo se va a encontrar, «tengo días muy malos». Pero secunda la marcha, ya que «nunca está de más recordar a esta gente que van a acabar en la cárcel». «No da crédito» a las palabras de Eguiguren que calificó el terrorismo de ETA como «VIP». «El terrorismo es terrorismo. Cómo se atreve alguien a decir eso, es vergonzoso. Lo último es matar a una persona, sea como sea», asegura.


«Edu», un «gudari» y policía ejemplar
Tendero de ultramarinos, regente de una mercería, vigilante de seguridad, encargado del bar de su padre y finalmente policía nacional. Eduardo Antonio Puelles García, «Edu», como le llamaban en casa, era vasco de pura cepa. Casado con Paqui Hernández, tenía dos hijos: Rubén y Asier, de 21 y 17 años respectivamente. Al ingresar en la Policía Nacional en 1960 «tuvo claro que no sería para quedarse como agente raso». Y así fue. Ascendió paso a paso hasta que en 2002 llegó a inspector. Le «chiflaba el trabajo de inteligencia, ayudar» como le decía a su esposa cada vez que le pedía que trabajara menos. Su hermano Josu lo definió tras su asesinato como un «héroe o gudari nagusia (gran soldado)». El día que fue asesinado se dirigía a su puesto de trabajo. Cuando a las 9:05 puso en marcha su coche, estacionado en un aparcamiento privado, explosionó la bomba- lapa que los etarras habían colocado junto al depósito de combustible. En el momento de su asesinato, Eduardo Puelles era jefe de grupo de la Brigada Provincial de Información y responsable de una red de vigilancia a sospechosos de terrorismo.