Berlín

La hispanofobia de Alemania por Francisco Marhuenda

Rajoy afronta su peor agosto tras la angustia de estos meses sometido a una montaña rusa por la incomprensible e injusta actitud de Alemania

La Razón
La RazónLa Razón

La Unión Europea no funciona y el sistema euro es un desastre. Nuestro problema es que a estas alturas del partido no tenemos otra alternativa, salvo esperar pacientemente una mayor concreción en la propuesta que anunció el todopoderoso Draghi el pasado jueves. La verdad es que eso de ser un alto funcionario de la UE sin pasar nunca por las urnas es realmente cómodo. Son fundamentales el padrinazgo político, la lealtad canina a quien te nombra, e indudablemente un buen currículo como técnico. Eso de ser político está mal visto, aunque nadie hace ascos a ser nombrado por esos políticos tan denostados. La posición final de Alemania sigue siendo una incógnita a pesar de las últimas declaraciones. Un buen amigo me decía que no hay que descartar la capacidad de «suicidio» colectivo de los alemanes, como han demostrado en otras ocasiones a lo largo del siglo XX. Estamos en manos de una canciller que tiene vocación de presidenta de land y que no quiere liderar Europa. La hispanofobia se ha instalado en Berlín, con un gobierno más preocupado por las elecciones de 2013 que de ayudar a unos socios que se encuentran en dificultades. Rajoy ha emprendido desde el primer día un brutal plan de reformas para recuperar la credibilidad de la economía española. En el apartado de los recortes no ha tenido otra solución que incumplir no sólo su programa electoral, sino sus principios ideológicos en materia económica. Es cierto que en el PP hay algún «heredero» ideológico del concepto falangista de la economía, pero no es precisamente Rajoy que preferiría menos impuestos para reactivar la economía. El presidente del Gobierno ha sido coherente desde el primer momento con su agenda reformista, por más que se empeñaron la izquierda y sus medios de comunicación afines en negar esta evidencia. Otra cuestión distinta es que tiene que lidiar con los enormes problemas del déficit, los desequilibrios de nuestra economía y el enorme problema de la deuda. Los inversores nos han dado la espalda y Alemania observa impasible la enorme injusticia del desmesurado sobrecoste.

La zona euro es un fracaso porque existen grandes diferencias en los tipos en que se financia la deuda de cada uno de los países. La desproporción de la prima de riesgo lleva a una situación inasumible. El problema es que ni podemos seguir igual ni podemos salirnos de este club. Esta última opción sería un desastre. La «dictadura» que ha impuesto Alemania no tiene ningún sentido, porque España está haciendo las reformas. Mientras el FMI valora muy positivamente las medidas adoptadas por Rajoy, los junkers de Berlín nos niegan la ayuda que aliviaría la presión de la deuda. La actitud alemana responde a esa fobia hacia los países del sur que se ha instalado entre sus dirigentes y, lo que es peor, en la población. La caída del Muro de Berlín y el fin de las dictaduras comunistas en el este de Europa han sido letales, finalmente, para el sur, porque Alemania recuperó su histórico ámbito de influencia natural. Primero fue la unificación y luego la «colonización» blanda de sus vecinos, con los que tiene intereses muy profundos. A pesar de lo sucedido en la Primera y Segunda guerras mundiales, la realidad es que Holanda, Dinamarca, Austria y el resto de naciones de esa zona de influencia se sienten muy cómodas con la mentalidad germana porque es la suya.

España tiene que ir con mucha prudencia en este escenario complejo. Tan desastrosa sería la sumisión como la bravuconería. No les somos simpáticos a los alemanes, aunque no olvidemos que tienen importantes intereses en España, aunque también hay muchas aves rapaces que revolotean ante las enormes oportunidades que ofrece un país rescatado para adquirir empresas y bienes inmuebles a precio de ganga. No es tiempo ni para aficionados ni para políticos que quieren hacer de economistas, sino para los que tengan una visión global y sean capaces de profundizar en las alianzas. Rajoy está viviendo los peores meses de su vida política, pero todavía le queda un largo vía crucis.