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Libia se desangra en una guerra civil

Las fuerzas leales a Gadafi contraatacan desde Trípoli. El dictador agita el fantasma de Ben Laden

intensos combates entre fuerzas leales a Gadafi y detractores a 50 kilómetros de Trípoli
intensos combates entre fuerzas leales a Gadafi y detractores a 50 kilómetros de Trípolilarazon

La guardia pretoriana del dictador, las llamadas «unidades especiales» dirigidas por sus hijos, contraatacaron ayer desde Trípoli para intentar recuperar el control de las ciudades próximas a la capital que estaban en manos de los rebeldes. Localidades como Misrata, Zauiya y Sabratha, fundamentales en el control de las refinerías y oleoductos de la zona occidental del país, fueron víctimas de las operaciones de castigo, llevadas a cabo por unidades motorizadas con apoyo de artillería.

En Misrata, según algunos testigos contactados por teléfono, el objetivo principal de los leales al régimen fue el aeropuerto, donde se registraron fuertes combates. La operación fue dirigida personalmente por el hijo de Gadafi, Jamis, al mando de su escuadrón de intervención rápida, una de las unidades más brutales, pero que, sin embargo, no logró mantenerse en Bengasi.

En Zauiya, las fuerzas especiales, apoyadas por mercenarios chadianos, con los que Gadafi siempre cuenta desde la intervención libia en la guerra civil de Chad, atacaron en pleno centro de la ciudad, destruyendo la mezquita y ametrallando el minarete. Fuentes médicas daban cuenta de un alto número de muertos y heridos, que podrían sumar un centenar.

Los rebeldes hicieron frente a los gubernamentales con algunas de las armas capturadas en las jornadas anteriores y con escopetas de caza. «Ha sido una carnicería», explicaba uno de los doctores del hospital local. «La gente ha venido a recoger a los heridos para esconderlos en sus casas por temor a que los asesinen». La versión oficial era otra: la radio y la televisión pública comunicaba que en el registro posterior de la mezquita se habían incautado mensajes de Ben Laden apelando a la sublevación.

La operación militar sobre Zauiya debía tener un efecto ejemplificador. De hecho, el dictador había anunciado unas horas antes que iba a dirigir un mensaje a los vecinos de la ciudad sublevada.

La voz de un Gadafi menos vociferante e incoherente que en su intervención del pasado martes repitió los mismos argumentos: que la rebelión está impulsada por Al Qaida, que los jóvenes que participan en ella están drogados con pastillas «que les suministran en el café de la mañana» y que Libia se desliza hacia la destrucción. Anoche, la situación general en la zona próxima a Trípoli era muy confusa. Un tunecino que intentaba regresar a su país por la carretera principal advertía de la presencia de unidades fieles a Gadafi, fuertemente armadas, en las proximidades de Sabratha y Zuara, lo que hacía presagiar la reanudación de los combates.

La contraofensiva gubernamental ha comenzado una vez que la capital, donde se reúnen la mayor parte de sus partidarios, ha quedado «purgada de rebeldes, reales o supuestos. Los testigos denuncian la búsqueda de sospechosos «casa por casa» efectuada por la Policía política, tal y como prometió el dictador.


La «Libia libre»
Mientras, el este ya está totalmente bajo el control de los rebeldes y se ha instituido como la «Libia libre», tal y como se puede leer en las paredes de muchos edificios y como afirman los habitantes de la zona. Éstos han sustituido a las instituciones del régimen que han conseguido derrocar en pocos días y han creado comités populares para administrar los asuntos de las ciudades y su seguridad.

En esta nueva autoridad participan todas las fuerzas que han hecho la revolución y especialmente las tribus, que constituyen el núcleo de la sociedad libia, como cuenta Abdel Jalil, que era funcionario del régimen y ahora trabaja al servicios de la revolución. Las Fuerzas de Seguridad que desertaron también toman parte de los comités, como Hakim, que con su arma de gran calibre asegura que desde el primer día estuvo con el pueblo y abandonó su uniforme. Los religiosos no tienen un papel destacado en el seno de los comités civiles, que se basan en los principios de democracia y libertad que han inspirado ésta y las otras revoluciones del mundo árabe, y que han tenido como protagonista a los jóvenes, que son los que han hecho la revolución y ahora la defienden con un entusiasmo utópico.

La mayor parte de los informadores están consiguiendo acceder al país a través de la frontera de Libia con Egipto, a través del paso fronterizo de Salum, que fue abandonado por los guardas hace varios días y ahora escapa al cerrojazo del coronel Gadafi.


Al Qaida apoya la rebelión
Al Qaida en el Magreb Islámico (AQMI) condenó las acciones represivas del sátrapa libio, Muamar Gadafi, y expresó su apoyo total a los opositores, según el portal estadounidense de vigilancia de webs islámicas, Site. «Haremos todo lo posible para ayudaros, con el poder de Alá», se expresa en un comunicado del grupo terrorista, que califica de «tirano» a Gadafi por autorizar el uso de la violencia contra los civiles. En el mensaje la organización insta a los musulmanes de todo el mundo a respaldar las revueltas en Libia.


El espadón del régimen
La seguridad ha sido una de las obsesiones del excéntrico dictador Muamar Gadafi. La desconfianza hacia un ejército regular que pudiera relevarle le llevó a crear cuerpos paramilitares y unidades de fuerzas especiales controladas por sus hijos. Jamis Gadafi, el menor de sus siete vástagos, organizó un batallón privado al que dio su nombre, que EE UU considera como el mejor equipado de las Fuerzas Armadas libias. La Brigada Jamis, según un papel diplomático publicado por Wikileaks, «funciona como una unidad eficaz de protección al régimen». En 2008, la firma estadounidense General Dynamics suscribió un contrato de 119 millones de euros para un sofisticado sistema de comunicación. Capacidades no le faltan. Reprimió sin éxito las primeras protestas de Bengasi. Y en estos momentos trata de establecer un perímetro de seguridad en torno a Trípoli para organizar el contraataque. Jamis ha oído el mensaje del coronel: «Morir matando».
Rocío Colomer