Chile
El otro México por Andrés Velasco
Un México más democrático, más próspero, más igualitario y menos violento sería una gran noticia para el resto del mundo
Para variar, México aparece en las noticias por algo bueno: elecciones democráticas. Qué contraste con lo que las agencias de información suelen dar a conocer: narcotraficantes sádicos, tiroteos aterradores e imágenes macabras de cuerpos decapitados.
Ahora que el omnipresente Partido Revolucionario Institucional (PRI), que gobernó México durante siete décadas, se prepara para regresar al poder, más de uno podría sentirse tentado a concluir que poco ha cambiado en México. Sería una conclusión equivocada.
El México actual es un país muy diferente del que gobernó la vieja guardia del PRI. El cambio comenzó a acelerarse en el sexenio de Ernesto Zedillo, que comenzó en 1994, y ha continuado desde el año 2000 bajo los gobiernos no priistas.
Por una parte, la violencia relacionada con las drogas no está tan generalizada como podrían llevarnos a creer los programas noticiosos. Es cierto que 50.000 personas han muerto en la guerra de seis años de Felipe Calderón contra los narcotraficantes. Y es verdad que la tasa de homicidios de México, 18 por cada 100.000 habitantes, es horrorosamente alta. Pero la de Brasil es de 26 por 100.000; la de Suráfrica, 32 y la de Venezuela, un enorme 67. Y la mayoría de los asesinatos en México ocurre en cuatro estados fronterizos con Estados Unidos. En el sur del país las tasas de homicidios son inferiores a las estadounidenses y no muy distintas a las de Canadá o Chile.
En el México de antes todas las instituciones estaban controladas por el PRI. Esto también ha cambiado. Hoy el país cuenta con una Corte Suprema, un instituto electoral y un Banco Central independientes. Los organismos regulatorios, las autoridades antimonopolio y las oficinas de estadísticas también disfrutan de bastante autonomía. Los medios de comunicación tienen más libertad que nunca, a pesar de que el gigante televisivo Televisa siga dando trato preferente a los candidatos del PRI. Y la sociedad civil se encuentra en plena forma: el movimiento estudiantil #YoSoy132, organizado a través de las redes sociales, acabó por ser la mayor y más influyente sorpresa de esta campaña electoral. La economía también ha cambiado, en general para mejor. La crisis financiera global de 2008-2009 golpeó fuerte a México, pero la economía ha podido crecer a buen ritmo desde entonces. Ya no carga con el eterno sobreendeudamiento fiscal de los viejos gobiernos priistas, y las finanzas públicas se encuentran en un razonable buen pie, lo que ha permitido al Banco de México seguir una política de bajas tasas de interés que ha protegido al peso de la aguda sobrevaluación experimentada por el real brasileño y otras monedas latinoamericanas.
Las exportaciones han aumentado notablemente y por fin se está haciendo realidad la cadena de valor regional que, se suponía, iba a nacer con el Acuerdo Norteamericano de Libre Comercio. Las exportaciones mexicanas han llegado a los mil millones de dólares diarios, y los bienes manufacturados representan más de un 80% del total. Los costos crecientes en China, junto con la ubicación geográfica privilegiada de México, implican que los exportadores chinos ya no disfrutan de una ventaja abrumadora en la lucha por el mercado estadounidense.
Por último, pero no menos importante, las tendencias demográficas también ayudan. Se proyecta que los hogares mexicanos tengan un promedio de apenas 1,7 niños en 2013-14, un marcado descenso con respecto a los años anteriores. Esto hará que se reduzcan el desempleo, el subempleo y las presiones migratorias. La tasa de dependencia del país (número de personas que no forman parte de la fuerza laboral relativo a la población productiva) se acerca a mínimos históricos, lo que ofrece una ventana de oportunidad demográfica.
Aún es muy pronto para decir si el Gobierno de Enrique Peña Nieto retomará algunos de los malos hábitos del pasado, pero está claro que gobernará un país que ha cambiado enormemente. Ahora que algunos de los viejos problemas retroceden con rapidez, otras insuficiencias nacionales quedan más de relieve que nunca. Si Peña Nieto opta por enfrentarlas, las tendrá servidas en bandeja.
Para comenzar, México sigue siendo un país de monopolios. En los medios de comunicación, las telecomunicaciones y la energía, por mencionar unos cuantos sectores, las actuales empresas siguen detentando demasiado poder, cobrando precios excesivos y proporcionando servicios mediocres. Las empresas privadas han presentado demanda tras demanda ante la justicia, en un flujo incesante que busca entorpecer las iniciativas de los organismos anti-monopolios. Eso se tiene que acabar.
Los monopolios son también políticos. Distintos grupos de presión de los sectores privado y público se han opuesto a intentos de reforma en los sectores monopolizados y también en otros como la educación. Se necesitará un líder con agallas para hacer frente a los dinosaurios políticos, pero es una tarea que hay que emprender.
Y, por supuesto, Peña Nieto tendrá que diseñar y aplicar una estrategia para reducir la violencia vinculada a las drogas en el norte de México. El problema estuvo extrañamente ausente de la campaña electoral, pero no lo estará a la hora de gobernar.
Un México más democrático, más próspero, más igualitario y menos violento sería una gran noticia. Ojalá que los medios de comunicación del resto del mundo puedan ofrecerla algún día.
Andrés Velasco
Ex ministro de Finanzas de Chile, profesor visitante en la Universidad de Columbia
Copyright: Project Syndicate, 2012
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