Moda
Loewe: vergüenza torera en París
Cuando uno se pone a rebuscar en el trastero recuerdos de un pasado con telarañas, puede llevarse más de un susto. Con olor a alcanfor de serie. Claro, que si de lo que se trata es de desempolvar los archivos de Loewe, la cosa cambia
Así le ha pasado a Stuart Vevers, que ha ejercido de documentalista, además de director creativo, que da otra vuelta de tuerca al clásico Amazona para hacerlo mini y reinventa el modelo Flamenco de los 80 para evocarlo como bandolera y rebautizarlo como Lea. Unos y otros se estrenaron en la noche del sábado en el desfile de la firma española en la Escuela de Medicina de París. Pero Vevers, más que la anatomía, le va la biología. Y en los ratos libres –cuando no ejerce de dj– se ha escapado al Museo Nacional de Ciencias Naturales en busca de estampados. ¿Hormigas blancas? No, mariposas para pañuelos de seda que dejan de ser complementos para convertirse en camisetas, shorts y minivestidos con un corte minifaldero que parece hecho al gusto de Doña Letizia: 11 centímetros sobre la rodilla.
Con ácido en la piel
Si grafitea en la seda, en la piel se vuelve ácido chicle, mandarina y limón. Y despliega más de 8.000 flores cortadas a mano en relieve por doquier. Así un vestido chic de capricho puede llevar hasta 1.360 de estos pétalos. Ni más ni menos. «La próxima primavera toca disfrutar, hay que dejarse empapar del optimismo y de ahí lo dinámico de esta explosión de flores», comentaba el francés tras recibir el aplauso, entre otros, de Isabel Preysler, que repasaba uno a uno los zapatos de tacón bajo, cubiertos de pedrería. Porque Loewe se baja de las plataformas que otros endiosan, y eso se agradece. Y si Isabel les ha echado el ojo, es que algo tienen. Le comentaba su descubrimiento a Cayetano Rivera, que debutó como imagen de la firma en París. Pero él a lo suyo: vio una torera y el gremio tira. No tiene mal gusto. Con Eva González, tampoco.
Y es que la pieza taurina que cazó al vuelo tiene más de 18 horas de trabajo, entre los troquelados, las tiras cortadas a manos y los borlones que le dan forma. En el «backstage», Javier Gómez, responsable del «ready to wear» de Loewe, se afanaba en hidratar la napa a contrarreloj con aceite de visón antes de que brillara en la pasarela. «La piel no tiene derecho ni revés. Se cuida con mimo toda la pieza», explica Javier, que también desvela que el remate en láser de la falda con escamas que acompaña a la torera es idéntico al de los bolsos: fundido, pintado, lijado y vuelta a pintar. ¿Trabajo de chinos? No, artesanía con denominación de origen. Entre Getafe y Barcelona se han repartido las costureras «made in Spain» las miles de flores y la torerita. Aunque para joya de la corona, la que lució Carmen Lomana en primera fila: un bolso de la casa con cierre de carey perteneciente a su familia que data de finales de la década de los 40. Hasta Preysler se quedó prendada. Y ya saben, si ella se fija, es que algo tiene.
Gaultier armó la gorda
Cuando todavía dura la resaca de la expulsión de la firma de tallas grandes Elena Miró de la Semana de la Moda de Milán, Jean-Paul Gaultier puso más leña en el asador desde París. Cuando los presentes esperaban su homenaje a las tribus urbanas, punkis, tecno, góticas y roqueras en versión talla 36, irrumpió en la pasarela la cantante estadounidense Beth Ditto, vocalista del grupo Gossip. Con sus kilos de simpatía y descaro, se convirtió en la «top» del desfile. «Los plisados de la colección se adaptan a diferentes morfologías y los pueden lucir todas las tallas. Lo que cuenta es la personalidad, no existe una única forma de belleza estereotipada», señaló el creador.
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