Debate Estado Nación

Estado de ánimo

La Razón
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Para el presidente del Gobierno este Debate sobre el Estado de la Nación fue también un estado de ánimo. Media sonrisa –de responsabilidad y confianza, diría él, semblante nostálgico –trascendental, diría él– y mirada algo acuosa –la tarea de gobernar, diría él– y seguramente era así. Nunca fue difícil irse, aunque la decisión la tome uno desde la convicción de que está haciendo lo correcto. Y es que para tomar la exacta temperatura del debate, lo que se decía en el hemiciclo perdía intensidad ante los movimientos de lo que ocurría en los pasillos. El continente es tan importante como el contenido y hubo imágenes reveladoras. Hasta ahora, debate tras debate, Zapatero acudía con su guardia pretoriana: la vicepresidenta Elena Salgado, el portavoz del Grupo Socialista y amigo, José Antonio Alonso, y el vicepresidente primero, Alfredo Pérez Rubalcaba... hasta ayer. Sea por causalidad o por casualidad, ayer faltaba un protagonista: «El sucesor», que optó por no estar en primera fila o quizá no estuvo fino de cintura para coger sitio en las fotografías más importantes de la mañana. Se quedó rezagado, por delante de él pasaron varios compañeros de Gobierno, entre ellos Trinidad Jiménez (otra de las fieles a Zapatero) como, si en vez de en «el sucesor» se hubiera convertido en un ministro en prácticas al que le faltan horas de vuelo para estar al lado de los que mandan. Quizá era su postrero homenaje: dejar todo el protagonismo a Zapatero porque, como él dice, ayer «no tocaba». Más explícito fue cuando Zapatero terminó su último encuentro dialéctico con Mariano Rajoy. Ahí sí, ahí Rubalcaba se levantó para ovacionarle y abrazarse a él. Puede que la ausencia en la presencia que protagonizó por la mañana se debiera a que iban a distintas velocidades acordes con los diferentes momentos políticos a los que se enfrentan. En el PP no había nostalgia, los populares se proyectan al futuro como una piña. Mariano Rajoy y Soraya Sáenz de Santamaría compartieron un escaso metro cuadrado en el que intentaban moverse para llegar al hemiciclo con permiso de Elena Valenciano, que supo estar en todos los sitios simultáneamente para ser vista luciendo palmito en blanco nuclear. Quienes también supieron hacerse un hueco entre tantos nombres propios fueron Esperanza Aguirre y María Dolores de Cospedal. Más discreta, De Cospedal ha adoptado aire institucional y se le nota fiel a su estilo Esperanza Aguirre arrancó un par de titulares antes de que hablase Mariano Rajoy pidiendo elecciones anticipadas. Y es que ayer, en el PP, en día de despedidas, sólo se pensaba en la puesta de largo con vistas a La Moncloa.