Zaragoza

A la parrilla

La Razón
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Pocas semanas antes de ser juzgado por ordenar el atentado contra la Casa Cuartel de la Guardia Civil en Zaragoza, en el que fueron asesinadas once personas, entre ellas cinco niños, el criminal «Josu Ternera» se fugó. La red de salvación etarra lo escondió en Francia. Años más tarde no precisó del escondite. Se convirtió en el principal interlocutor del llamado «proceso de paz» con el Gobierno de Zapatero, y se reunía frecuentemente con el presidente de los socialistas vascos, Jesús Eguiguren, que reconoció el mutuo afecto entre el criminal y él. El maldito «Ternera» llegó a ser parlamentario vasco y presidir la Comisión de Derechos Humanos de aquella institución, lo que da a entender la infección social extendida por aquellas tierras. En los últimos cuatro años, el Gobierno de Zapatero ha dialogado con el fugado hijo de puta cuando lo ha pedido y cuando ha querido. Jesús Eguiguren no ha tenido tiempo para olvidar la dirección de su refugio, que ha visitado con relativa frecuencia. Ahora, la asociación Voces Contra el Terrorismo ha instado a la Fiscalía General del Estado, presidida por un Fiscal culto e independiente, a solicitar la inmediata detención del asesino residente en Francia. Será una forma clara de comprobar que ya no existen los Pirineos en cuestiones relacionadas con el terrorismo de la ETA.

Sueño con un «Ternera» detrás de las rejas. Un «Ternera» a la parrilla, y por muchos años. Las Fuerzas de Seguridad del Estado están deseosas de recibir la orden que no se dio en los tiempos de Pérez Rubalcaba como ministro del Interior. La detención del asesino e infanticida, en el caso de producirse, nos haría ver con claridad dónde está situado el socialismo en la lucha contra los terroristas, que es situación ambigua y nada definida, por cierto.

A lo largo de la vida, los pacíficos, los ciudadanos normales, se van ganando las compensaciones que procura la evolución de los tiempos. Crecen los hijos y nacen los nietos. Se rejuvenecen los sentimientos. Se valoran más los paisajes y las raíces. Se respetan las ideas no coincidentes. El crimen terrorista no es una idea, aunque muchos persistan en la confusión. El paso de los años nos despoja de muchas cosas y nos compensa con otras que no conocíamos. Por eso vivimos y queremos seguir sobre la tierra, a pesar de los problemas, las necesidades y las injusticias. «Josu Ternera» no merece la libertad de acceder a las compensaciones. Cinco niños que marchaban al colegio con su mochila, sus cuadernos, sus lápices, sus libros y su bocadillo fueron asesinados por orden de «Josu Ternera». Con ellos, seis inocentes más. Ignoro el censo familiar de los Urruticoechea, pero un criminal de esa índole, un forajido tan deleznable, no tiene derecho a los sentimientos que experimenta la buena gente en su atardecer. No les permitió a cinco niños conocer ni el primer tramo de la juventud. Destrozó sus vidas y las de los suyos.

«Josu Ternera» no tiene derecho a disfrutar de los paisajes formidables de las Vascongadas. Sus bosques, sus valles, sus montañas y sus costas. No están ahí para que los goce un asesino que no se ha arrepentido y que ha vivido, chulo y sonriente durante décadas sin experimentar ni un poso de tristeza por sus crímenes, sin pensar en los cinco niños que hoy reclaman, desde sus huesos, que se haga justicia.

A este homínido depredador y sangriento hay que meterlo en la cárcel. Que sus paisajes no vayan más allá del patio central de la prisión y el horizonte de las rejas. A la parrilla, agarrado a ellas hasta que pague por todos sus crímenes.